SWEET DREAMS, escrita y protagonizada por Alberto Velasco, navega el sinsentido del ser humano y su sumisión a una sociedad intoxicada, que nos transforma en decepciones andantes. La obra seguirá en Nave 73 hasta el 30 de Diciembre, cada viernes a las 20:00.
¿Qué te impulso a escribir este Sweet Dreams?
Hace 2 años se mezclaron dos proyectos en una linea temporal. Laila Ripoll me propuso hacer un montaje de 20 minutos para el Festival Danza en la Villa. Estaba en un momento en el que quería ser optimista en la vida, quería hacerlo, y dije voy a hablar ahora sobre el amor, pero no me salía. Pensaba, es una puta mierda todo. O sea, ni romántico, ni no romántico, ni amor espiritual, ni amor de nada. Esto es una puta mierda. Y justo ahí, enlacé con lo de Sweet Dreams. A la vez, me propusieron escribir un libro, tenía mis escritos del libro desarrollándose a la vez que la función. La función con la canción de mix de fondo y el libro funcionaron genial. Y al tiempo llegó esta oportunidad de hacer una obra más larga en Nave 73.
Era un momento en el que no tenía trabajo, los actores tenemos muchas veces que crear espectáculos si queremos seguir sobreviviendo, si no te llaman para hacer cine, televisión u obras de teatro. Así que yo como también soy creador, me puse a ello y se empezó a mezclar todo.
La función, por un lado, los textos del libro por otro, mis vivencias personales y sobre todo el momento vital en el que estoy, estaba hace un año y sigo estando.
¿Al tratarse de una creación propia tan personal no sentías un miedo mayor al rechazo? Teniendo en cuenta que no solo tu has escrito la obra, sino que eres tu de quien habla y quien la interpreta.
Absolutamente, pero los actores estamos entrenados en el rechazo es una mierda. Alguien dijo una vez, creo que fue Viola Davis que “los intérpretes tenemos que estar por un lado súper fuertes para estar protegidos del rechazo continuo que vivimos en los castings, en la sobreexposición. Pero a la vez ser híper vulnerables para mostrarnos a la vulnerabilidad y ponerla al servicio de contar las historias”. O sea, somos como como un arco a punto de estallar todo el rato. Entonces, a pesar de estar entrenado, tengo muchísimo miedo sobretodo siendo algo tan personal.
«Algunos me han escrito y me han dicho, estoy enfadado, y les he preguntado ¿por qué estás enfadado? Y me responden, porque me has hecho ver cosas que no quería ver, ya hablaremos… Eso también me gusta, o sea que esto significa que lo he conseguido.»
Has comentado que te consideras una persona reservada, pero ¿en el teatro cómo gestionas eso? ¿No te ves muy vulnerable a la hora de compartir algo tan profundo con gente que no conoces?
Es que es sanador. Para mí, ese viaje el poder hablar de mí mismo, poder reírme de mí mismo y a la vez hacer una crítica de esto, es liberador. Es profundamente liberador y sanador. A mí me sana, porque le quitas peso y al final nada es tan grave, nada. O sea, nos hacen la vida dificilísima, pero también porque nosotros le damos el poder a la sociedad, al sistema, de ponérnoslo dificilísimo. El poder debemos tenerlo las personas. Y el humor es fundamental. Ante el humor nadie te puede decir nada. Vienen a hacerte daño por lo que sea y tú ya te estás riendo de ti mismo, y les desmontas. El humor es una herramienta de poder que tenemos que usar.
¿Qué valor le das tú a la música y al baile en tu vida? Al final, recae en el monólogo gran parte de la fuerza, pero más allá de la palabra se complementa con la danza, el movimiento y todo lo que es la puesta en escena.
Yo no sería quién soy ahora, si no hubiera hecho mi recorrido a través de la danza y lo que ha supuesto para un cuerpo no normativo evitar espacios de la danza en este país, en Europa. Para mí fue un impulso enorme entender que mi cuerpo es como es. Él ya cuenta una historia.
Siempre he querido ser bailarín, pero claro, no tenía referentes que bailasen, ni hombres (siempre estaba con las señoras del pueblo), ni mucho menos gordos. Aunque no te lo digan, tú ya asumes que eso no es para ti, que no es posible, que no, que no será. Luego ya estudié arte dramático y conocí el trabajo de los grandes creadores de danza y teatro del mundo de los 70. Fue ahí cuando dije: ¡Ah, sí que puedo! y tuve la suerte de trabajar como bailarín. Sigo trabajando como bailarín y en mi carrera se va fusionado.
«No puedo entender una cosa sin la otra, es como que la palabra llega donde el cuerpo no llega y al revés, que el cuerpo llega donde no llega la palabra».
¿Desde pequeño has tenido claro que querías dedicarte al mundo del espectáculo?
Desde que conocí la danza, la jota, dije: aquí es donde estoy cómoda. Esto me emociona muchísimo, me enganché. Luego ya de mayor, pues vas entendiendo que se te dan mejor unas cosas que otras. Pero, realmente yo no tengo todavía seis guiones de los cuales elegir. Eso es lo que cualquier actor querría para si mismo. O trabajar con los mejor de Europa, como Castellucci, Gabriela Carrizo, o Pitin Tom… Pero no sucede, no sucede. A todos nos gustaría, pero hemos entrado, nos hemos y estamos esforzando tanto que ya vale la pena. Sobre esto hay una cosa que dice muy bien un personaje en Paquita Salas: «Es muy difícil tener un sueño que tiene tanta gente”, es muy difícil. Somos muchísimos. Es muy complicado.
¿Qué haces entonces para no ser una decepción andante?
[Risas] Es que soy una decepción andante. Es que es así. A mí lo que me agarra son las pequeñas cosas y se que esto parece súper manido. Que si te conformas con las pequeñas cosas es porque no puedes aspirar a las grandes. Pues sí, también es un lujo poder quedar con una amiga a tomar un café por la mañana, porque yo trabajo por las tardes y disfruto del Sol de Madrid Río por el día. ¡Ay, pues sí, disfruto estas pequeñas cosas! ¿Que me encantaría estar hoy en la lectura de nominados de los Goya? Genial, pero cariño te han rechazado en la Academia porque no tienes los puntos necesarios para entrar. No me anclo en el rechazo, no me anclo en esto. Porque si no, es imposible tirar adelante. Al final, vivimos en un continuo rechazo y yo necesito alegría, ilusión… Que esto es algo que menciono mucho en el monólogo; hay recuperar la ilusión porque si la perdemos, la ilusión, que tiene que ver con la fe y con las ganas de salir adelante, apaga y vámonos. ¡Chao, hasta luego!
Entonces, ¿cómo disfrutamos sin perder la ilusión?
Tiene que ver con el Carpe Diem, estamos hoy aquí y ahora y esto es lo importante. El futuro es una invención, el pasado es otra invención. Lo único que tenemos es el presente. Y ya si este presente lo podemos vivir con un poquito de alegría y de felicidad pues mucho mejor que estar amargado. La amargura es una condena. Porque hay muchas veces que no puede ser, y hay a gente a la que la amargura le gana y no tiene fuerzas para salir.
¿Detrás de Sweet Dreams buscabas transmitir algún mensaje?
Soy un yonki de las emociones. O sea, me engancho. Yo quería que la gente vibrara, aullara, se emocionara, que viviera el viaje conmigo. Si luego piensa y reflexiona, ya me da más igual. Pero creo que la emoción es algo que se asienta en un sitio muy primitivo nuestro. Eso me motivaba, que cuando sucediesen las cosas se fuesen emocionando conmigo y veo que sucede. Cuando esto pasa soy la persona más feliz del mundo.