Sophie Aguilera, un viaje entre la figuración clásica y la post-modernidad

La persistente sensación del fin y la tensión de la muerte inevitable son los temores humanos innatos y una fuente habitual de inspiración para la literatura y el arte. La forma de afrontarlo ha sido diversa y en el caso de las esculturas de cerámica de Sophie Aguilera, con la que me entrevisto, se podrían hasta definir como “un chiste visual sobre la resiliencia de lo cotidiano.”

Sophie Aguilera
LA VIDA ES DOMIGO

La propia artista, que se sitúa entre la figuración clásica y la post-modernidad, destaca su encuentro fortuito con la cerámica el momento de apertura todo un repertorio de nuevas posibilidades, tanto estéticas como creativas.

Mientras se inspira en “una especie de arte pop primitivo que nos habla del consumo de las élites”, su fascinación por el material ha crecido y le ha permitido crear un rico lenguaje propio que evoluciona, a la vez que su conocimiento del oficio avanza.

Su trabajo más reciente se centra en la investigación y revisión de bodegones y naturalezas muertas inspiradas en la tradicional cerámica de engaño o trompe-l’oeil

Disfruta trabajando de forma minuciosa las formas florales, frutas y telas, con las que creo nuevos escenarios contemporáneos inspirados en la tradición y el virtuosismo clásico.

Tus obras dejan que la imaginación saque distintas conclusiones. Imagino, por ejemplo, que Accidente Doméstico habla de algo más que de la real desgracia que supone derramar un café sobre cosas importantes.

Esta pieza es una aproximación escultórica al género pictórico del bodegón, donde a través del humor planteo un chiste visual sobre la resiliencia de lo cotidiano. Es una escena costumbrista donde a modo de vanitas reflexiono sobre el azar, el tiempo y la futilidad del ser. 

Sophie Aguilera
Accidente Doméstico ©Sylvain Deleu 2017

Es evidente tu gusto por los bodegones. En Naturalezas Muertas, ¿cómo lograste el acabado de color?

La totalidad de mi obra está realizada en cerámica. Acabo mis piezas siguiendo procedimientos tradicionales, los acabados de color se consiguen con engobes y esmaltes y una vez decoradas las piezas tienen que entrar al horno. Esto último es el momento mas delicado ya que pierdes el control y estás a merced de la temperatura.  Siempre pueden ocurrir cosas en el horno, grietas, movimientos indeseados del barro, un esmalte que se escurre. Para evitar esto realizo numerosas pruebas para intentar controlar lo máximo posible el proceso.

Trabajar con distintos materiales requiere mucha dedicación ¿hay alguno que se te haya resistido?

Diría que la cerámica se me resiste cada día, pero es en esa tensión donde disfruto. Me siento afortunada de dedicarme a un oficio que me permite estar en constante aprendizaje.

 

El barro te exige paciencia y perseverancia, me mantiene los pies en la tierra, nunca mejor dicho. Sí que es cierto que me atraen otros materiales, como por ejemplo el vidrio, de momento no he trabajado con él pero no descarto hacerlo en un futuro.

Hablando de materiales ¿en qué consiste la tradicional cerámica de engaño o trompe-l’oeil?

La cerámica de engaño o de chasco son piezas decorativas que reproducen con gran exactitud y virtuosismo objetos tridimensionales como fruteros, platos con hortalizas o incluso animales. El resultado son piezas realistas que buscan la ilusión óptica en el espectador.

Sophie Aguilera
NARANJAS Y LIaMONES foto de SYLVAIN DELEU

¿Cuáles son tus referentes en este aspecto?

Este género en cuestión, de estética kitsch y colorista, fue muy popular durante el barroco, siendo el francés Bernard Palissy uno de sus máximos exponentes. Aquí en España tenemos magníficos ejemplos en Talavera o Alcora. Personalmente es un género que me fascina por la libertad creativa que permite al artesano, son piezas que se encuentran en ese terreno tan incierto entre el arte y el objeto, una especie de arte pop primitivo que nos habla del consumo de las élites.

Sophie Aguilera
BLOOM con Boamistura

 

La naturaleza vueve a inspirar tu Proyecto BLOOM.

Bloom es un proyecto que nace como fruto de la colaboración con el colectivo de arte urbano Boa Mistura. Ambos venimos usando el corazón en nuestra imaginería visual y pensamos que era el mejor punto de partida para realizar una obra conjunta. Su carga simbólica es evidente. La dualidad entre lo visceral del órgano y la fragilidad de la porcelana, o la ironía que subyace en trabajar una ornamentación floral clásica y llevarla a un terreno más contemporáneo o pop son varios de los conceptos a destacar. 

A más, conforme avanzaba la pandemia el proyecto cobraba aún más sentido, sentíamos que representaba una mirada hacia el futuro: una instalación de 40 corazones que florecen como símbolo de la necesidad colectiva de seguir con una vida en movimiento.

¿De donde viene el gusto por las formas florales?

Disfruto modelando formas florales por su minuciosidad y su gran carga simbólica. La naturaleza ha sido una gran fuente de inspiración para los artistas a lo largo de la historia y encuentro en ella un amplio recurso estético con el que contar historias.

¿Siempre quisiste trabajar en la escultura?

Siempre quise dedicarme al arte. Me licencié en bellas artes especializándome en escultura y más tarde pasé a cursar un máster de escenografía y dirección artística. Trabajé durante varios años en el mundo del teatro hasta que me encontré por casualidad con la cerámica. En el teatro un objeto tiene vida, puede reforzar un personaje o contar una historia y es algo que creo que plasmo en mi trabajo.

 ¿En qué medida estudiaste el corazón para las piezas de Corazón en seis actos?

Siempre que empiezo una obra parto de unos estudios previos como son dibujos, maquetas o pruebas de esmalte. En este caso me documenté con referencias gráficas e ilustraciones científicas. Obviamente el resultado es una interpretación, pero intento ser anatómicamente correcta.

Sophie Aguilera