Las vasijas de Leah Kaplan son tan orgánicas y naturales que parecen sacadas directamente de la naturaleza. ¿Cuál es el secreto?


Leah Kaplan, residente en Philadelphia, es una ceramista estadounidense que tras trabajar como promotora de artistas y conservadora de artesanía indígena durante muchos años, decidió abrir su propio taller para dedicarse de lleno a la cerámica.
La textura, la translucidez y las ondas son elementos comunes en la mayoría de sus vasijas. A pesar de dedicarse enteramente a su pasión desde hace solo unos años, su trabajo denota una disciplina interior y una curiosidad que Kaplan lleva cultivando toda una vida.
¿Cómo empezaste con la cerámica?
Tuve mi primera clase de cerámica a los 22 años. Me encantó todo; trabajar con las manos, la sensación de la arcilla, las infinitas posibilidades. Pero he sido un capullo que floreció tarde. Me llevó otros 30 años estar lista para abrir mi propio taller. Entre medias, tuve oportunidades de trabajo demasiado buenas para dejarlas pasar. Tuve también a mis 3 hijos. Cuando cumplí 50, decidí que era el momento de poner mi pasión por delante en lugar de dejarla siempre en un rincón. Me alegra tanto y estoy tan agradecida de haber sido capaz de dar el salto.
¿Por qué, de todas las posibilidades que ofrece la cerámica, las vasijas?
Lo he pensado muchas veces; especialmente cuando intenté adaptar mi trabajo a una instalación de pared. Trabajar “planamente”, más bidimensionalmente, no era un proceso tan intuitivo a la hora de ponerse manos a la obra. Estoy constantemente moviéndome alrededor de mis vasijas, observándolas desde todos los lados y ángulos.
Las vasijas también me permiten tener en cuenta no solo espacios interiores, sino también la superficie y forma exteriores. Me encanta el reto de atraer a los espectadores más cerca de las vasijas, guiando sus ojos, internándoles en las cavidades de mi trabajo. Es como compartir un secreto.

Después de dedicarte durante mucho tiempo a la promoción de otros artistas, ¿qué es lo más importante que has aprendido?
Ganarte la vida como artista es muy duro.
¿Qué artistas te inspiran?
Me encantan la cestería y los tejidos. Son una gran influencia en lo que hago. Por eso estoy siempre buscando inspiración en esos dos medios. Este año pasado, en mitad del confinamiento por el COVID, Instagram se convirtió en mi perdición, con el descubrimiento de un artista llevándome a otro artista, y ese artista a otro. En el mundo de la cerámica, me han atraído los trabajos de artistas totalmente opuestos al mío, como las ‘Crucible series’ de Tony Marsh, con su panorama de cristales incrustado; y las rezumantes vasijas volcánicas de Brian Rochefort. Me gusta mucho el trabajo de Kathy Butterly por su colorido, su profunidad y su sentido del humor. Igualmente admiro las vasijas del ceramista sudafricano Zizipho Poswa, por sus suntuosas escalas y los colores saturados.
También hay un gran grupo de artistas cerámicos que van más en mi línea en términos de técnica o sensibilidad. Creo que las piezas de Fenella Elm, tan fluidas, son hipnotizantes. Lo mismo pienso del trabajo que hace Donté K. Hayes. Lo que hace Cheryl Ann Thomas también es una locura. Podría pasarme horas observando sus piezas. Me fascina la belleza tan sutil de las vasijas de la británica Mary Rogers. También me gusta el juego de luces de Rudy Staffel.
Además, tengo debilidad por los artistas que usan manteriales de formas inesperadas, como Tara Donovan, Kate Mcguire y Ronan Bouroullec, por citar algunos.

¿Cómo lidias con el bloqueo creativo? ¿Algún consejo?
Me siento muy afortunada de no haber experimentado nunca ningún bloqueo creativo con la cerámica. En todo caso, tengo demasiadas ideas y muy poco tiempo para explorarlas y ponerlas todas en práctica. Pero al mismo tiempo entiendo lo que significa estar en crisis creativa, porque lo he experimentado como escritora. Era horrible. Yo misma era terrible alejándome un tiempo de la situación. Mi instinto me decía que trabajase aún más duro con la esperanza de que llegase la inspiración. Normalmente tenía el efecto contrario.
Quizás, como reacción a mi experiencia con el bloqueo del escritor, me he dado cuenta ahora de que he creado todo un conjunto de “vallas de seguridad” cuando trabajo con cerámica, que impiden que me quede estancada. Por ejemplo, siempre intento dar un cambio radical a las cosas. Cuando domino una nueva técnica o idea, normalmente le doy la vuelta –a veces, literalmente. ¿Qué pasaría si intentase hacer lo mismo, pero al revés? ¿Y si dejo que la gravedad o la suerte decidan la dirección de la pieza?
También guardo una cantidad significativa de tiempo para la experimentación y la exploración del material, sin expectativas. Los días en que me dedico a esto en el taller suelen ser mis preferidos. Mucho de lo que hago acaba en la basura. Pero algunos me llevan a descubrimientos maravillosos que poco a poco se transforman en nuevas series dentro de mi trabajo.
Además, me doy cuenta de que soy más creativa cuando me pongo límites. Por ejemplo, por mucho que me guste y aprecie el color, en la práctica, solo uso porcelana blanca que queda muchas veces sin esmaltar. Esta decisión me permite profundizar aún más hondo en las propiedades de la textura y la translucidez de la porcelana.
Por último, siempre intento irme del taller al final del día con un trabajo en proceso; así tengo algo sobre lo que trabajar al volver. Los comienzos pueden ser duros, tanto si es la página en blanco delante de ti o un montón de arcilla. Pero si hay algo ya empezado que me espera por las mañanas, me meto de lleno a trabajar en vez de perder el tiempo y procrastinar.


¿Qué partes del proceso creativo son para ti la peor y la mejor?
Ojalá pudiera decir que abrazo el fracaso. Intelectualmente entiendo que es una parte importante e inevitable del proceso creativo. Pero dar por pérdida una pieza en la que he trabajado durante días nunca sienta bien. Intento recordarme a mí misma que, si esto fuera fácil, cualquiera lo habría hecho ya.
Afortunadamente, he conseguido mejorar pasando más rapido de una fase a otra del dolor.
Respecto a mi parte favorita, descubrir algo nuevo, ese momento de epifanía, es un chute de endorfinas total. Es una sensación muy adictiva; solo quieres más y más. Y eso es lo que me motiva a seguir trabajando.
Para terminar, ¿podrías recomendarnos un libro y una película?
‘La liebre con ojos de ámbar: Una herencia oculta’, de Edmund de Waal es uno de mis libros favoritos. Me lo regalo alguien que conocía mi fascinación por la historia y la cerámica. De Waal es un consumado ceramista británico y un investigador incansable con una saga familiar cautivadora.
En cuanto a la película, tengo debilidad por la evasión y las tramas optimistas, especialmente estos días. Me encantó la película ‘Booksmart’, de Olivia Wilde. Como bonus, ‘Ted Lasso’ es una serie muy divertida y conmovedora. Sacia la sed por el entretenimiento “feel-good”.

