¿Qué es el arte?, el sociólogo diría que “es aquello que es validado por unas instituciones sociales específicas”; el antropólogo, que “es aquello que materializa ciertos roles creativos de los individuos dentro de una cultura específica”; el historiador, que “corresponde a ciertos productos humanos que documentan los paradigmas de sensibilidad de una época”. ¿Y para el UBE, qué es el arte?

“El arte es el camino hacia todos los recorridos que se puedan descubrir. El arte es el reflejo de uno mismo ante uno mismo” me explica UBE. Cuenta que ya desde pequeño lo documentaba casi todo a través del dibujo, pero fue en realmente en México donde sufrió su erupción intelectual.
Posteriormente, se matriculó en Psicología por la UNED, sin haber acabado lo que había iniciado en la escuela de cine. “La escultura, el video arte y la fotografía requerían de un espacio y tiempo más amplio” reconoce, cuando echa la vista atrás. La mezcla de todo fue dando forma a sus alas para poder desempeñar el guion de su vida.
Transgresor y rotundamente comprometido social y artísticamente, a día de hoy José Ángel Uberuaga (UBE) es un artista arriesgado con una extensa y controvertida obra. Su propósito siendo explícito es ofrecer al público “elementos y situaciones veraces de las que dudan o incluso ignoran.”

Sus inicios en la línea de la escultura vasca contemporánea se siguieron de una creación artística más objetual y radical, que comunica y provoca a través de la fotografía, la instalación o incluso la performance.
Su obra es un reflejo abstracto y político de su intimidad. Entre lo real y lo insólito, el interés por aprender es inherente a la evolución de su trabajo, en el que da forma a diferentes materiales, en una lengua escultórica poco frecuentada. Primero trataba de enseñarnos a base de golpe y reiteración, pero su ojo artístico también se deleitó por capturar escenas, censurables en algunos lugares, que él mismo protagoniza. Provocación, en definitiva, para dejar huella y despertar conciencia.
¿Cómo fueron tus primeros pasos?
Aún perduran en mí algunos recuerdos de cuando lo documentaba casi todo a través del dibujo. Sentía que llenar espacios en blanco con figuras o modelos de mi entorno familiar (por ejemplo) me satisfacía más que cualquier otra cosa. Dibujaba el retrato de mi abuelo mientras lo miraba disfrutar de su siesta diaria, dibujaba a una ternerita recién nacida, o a cualquier elemento que me sirviera de ingrediente.
En la niñez, donde todo es nuevo y nos acompaña el aprendizaje, surgen características singulares que conectan con la necesidad de expresión, desatando los estilos identificativos de cada persona respecto a la voluntad de comunicarse con el entorno exterior.

¿Qué pasó en México para que aterrizaras en el cine y la psicología?
Cuando aterricé en México, descubrí un país maravilloso, un país mágico. Muchos de mis temores y complejos se diluyeron de manera sincronizada al toparme con tal paraje. El aroma cultural desprendía tanta efervescencia, que me mantuvo cautivo y ansioso, haciéndome sentir que estaba en el lugar idóneo para lograr combustible y poner en marcha mis sueños, algunos estancados y otros aún inexistentes. México me mostró una versión nueva de mí mismo. Surgían papeles que representar, tareas que aprender, caminos que recorrer… Sufrí una erupción intelectual, y ha marcado mi camino hasta hoy.
Además de México, tuve la oportunidad de vivir en otro país excelente en oportunidades. La vanguardista Estados Unidos: Nueva York y Miami. Mi idea inicial era estudiar dirección de cine, aún sabiendo que el tiempo del que disponía no era suficiente. Pero, una vez que supe que mi estancia en la capital se reduciría más de lo previsto, me matriculé en la escuela Foro de la Rivera. Recuerdo a profesores como Juan Tovar en guión teatral y cinematográfico, o Ludwik Margules en dirección. Además, también tuve la oportunidad de hacer mis pinitos como actor en cine y televisión, en los estudios Churubusco.

Posteriormente, me matriculé en Psicología por la UNED, sin haber acabado lo que había iniciado en la escuela de cine. La escultura, el video arte y la fotografía requerían de un espacio y tiempo más amplio. Un abanico extenso, amplio y libre, historias, nuevos creadores… la mezcla de todo fue dando forma a mis alas para poder desempeñar el guión de mi vida, el papel de mi propia historia. El arte es el camino hacia todos los recorridos que se puedan descubrir. El arte es el reflejo de uno mismo ante uno mismo.
¿Qué clase de poder entraña la transgresión?
El poder de la libertad aparente, una osadía como motor para dejar al descubierto carencias e injusticias, aunque, corriendo el riesgo de entorpecer tu propio camino. Transgredir alimenta la sensación de poder visualizar el cambio deseado e imaginado.
La crítica y la autocrítica son el escaparate idóneo para arrancar en dirección a un recorrido repleto de baches, curvas muy cerradas y rectas muy largas, con el inconveniente de alargarse en el tiempo en detrimento del ímpetu inicial. Transgredir te da el poder de sentirte íntegro.
¿Puede haber arte sin haber compromiso?
Rotundamente sí. De hecho, la inmensa mayoría de las obras de arte carecen de compromiso. Podrían servir como adornos o decoración que consigues en una mueblería. Sin embargo, toda obra acaba desempeñando el papel de rellenar un hueco, bien en un espacio vacío y simple o bien en la pared favorita de un coleccionista cultivado

Un porcentaje alto de la obra que se comercializa, no ha generado más que estímulos estériles embelleciendo espacios, salones de diferentes estilos. Sin embargo, no deseo restar ningún mérito a esos y esas artistas, ya que cada persona elige su propia forma de atraer y seducir. Aún así, no toda mi obra sugiere compromiso en el primer choque visual, pero nace envuelto en él.
Personalmente, a mí me inspira más el artista comprometido, el que arriesga con voz propia, corneando el desvarío de las acciones, en el periodo que a cada uno le ha tocado vivir. Pero, lo cierto es, que en el arte hay más sitio para unos que para otros. El arte comprometido o protesta deja en evidencia el tipo de organigrama colectivo que predomina. En esto tomamos parte todas y todos, dando continuidad al ritmo que marcan comisarios de arte, galeristas, políticos y talibanes religiosos.
¿Qué se logra siendo explícito?
Vivimos en una sociedad que corre en lugar de andar. Todo se transforma, cambia a una velocidad vertiginosa, desmenuzando nuestros propósitos iniciales. Vivimos en una sociedad desinformada, carente de valores fundamentales. El individuo se encuentra a la deriva, incapaz de pensar por sí solo.

Hace un tiempo, se generó una polémica por unas fotografías de una mujer que posaba desnuda en el interior de una iglesia, con el rostro tapado por una capucha negra. ¿Creen que habrían sido recibidas de la misma forma ahora?
Habrían sido recibidas peor. Desde luego, habrían sido rechazadas y censuradas con más vehemencia, si cabe. Creo que merece hacer un ligero análisis de nuestra historia mas reciente: La crisis económica del 2008; nace la asociación de abogados cristianos ese mismo año; se funda el partido ultraderechista y fascista de Vox en 2013; el 15 M; se desmiembra el bipartidismo.
Desde mi punto de vista, los retrocesos que se han dado en la sociedad (sin mencionar los avances que han logrado los feminismos de la última ola en tiempo récord), está encadenada a los acontecimientos de los resultados de las políticas llevadas a cabo en las últimas décadas.
Nos hacen creer que somos, que poseemos, que pensamos y decidimos. Y nos lo creemos. Si una de mis últimas exposiciones se hubiese llevado a cabo hoy en día, habría tenido serios problemas. Más de las que tuve con las fotos tomadas en la iglesia.
De hecho, la obra entera fue comprada por un coleccionista de arte californiano que la percibió, para mi sorpresa, como transgresora y arriesgada. Lo que me sorprende no es que exista una respuesta reaccionaria por las partes receptoras, sino que, aún, hoy en día, este tipo de exposiciones incomoden, o se consideren osadas.

¿Cuál es tu mayor influencia?
A título personal, mi referente es Pier Paolo Pasolini (Italia), uno de los intelectuales (poeta, escritor, director de cine) más prolíficos de todos los tiempos, que fue asesinado en los años 70, detonando un retroceso no reconocido para la libertad de expresión en Europa desde el final de la Segunda Guerra Mundial.
¿En qué medida está influenciada tu obra por tus vivencias?
Considero que son fundamentales, parte de mi ADN creador. Las sensaciones del día a día son el motor impulsor de un o una artista. El entorno, el alrededor es siempre una fuente de inspiración crucial. Para cualquiera. Surge de un pasado, se mantiene en el presente y sugiere un posible futuro.

Es un tema ya algo pesado para todos, pero como tu trabajo invita a practicar la reflexión y la autocrítica. ¿Qué opinas que está pasando con la Covid-19? ¿Hacia qué debemos dirigir nuestro pensamiento?
Me recuerda un poco al libro de Fernando Fernán Gómez (1977), Las bicicletas son para el verano. Estamos viviendo una situación nueva, inesperada y brutalmente surrealista que ha aplazado el verano, un verano símbolo de libertad, de paz y de diversión. Sin embargo, nos ha mostrado partes de una comunidad que también es solidaria, que ayuda y protege, y que ha logrado modificar sus revoluciones para no perjudicar la salud general.
Nos está enfrentando y nos está uniendo. Es una verdad casi distópica que no hemos vivido jamás. Es normal que no entendamos como nos sentimos, y es normal que nos sintamos mal, que no seamos los mismos.

Por otra parte, también creo que está todo un poco relacionado al medioambiente y a la poca empatía que mostramos al respecto. El cambio climático es una realidad global que afecta a nuestras sociedades, a nuestras economías y a nuestra ecología en general. Nuestra posición de depredadores indolentes ha conseguido que nuestro propio fin sea cada vez más palpable. Con intención de denunciar esta realidad, realicé una obra llamada Umibilical Cord Death (Muerte del Cordón Umbilical), donde el objetivo es traducir un problema de gran escala a través de diferentes piezas e instalaciones, a modo de poesía dramática.
Al final, el camino es ayudarnos entre nosotras y nosotros. Es el recorrido más digno que puede desempeñar el ser humano. Reitero, desde la autocrítica más sincera y severa podremos orientar a un pensamiento colectivo hacia la comprensión estable y hacia la solidaridad.