Vincent Peters, fotógrafo de amplia fama y obra brillante que ha trabajado con cabeceras como The Face, GQ o Vogue, es capaz de convertir una sesión de fotos en una ventana a una película de la Edad de Oro de Hollywood y en un diálogo íntimo con sus retratados. Entre sus modelos destacan mujeres como Emma Watson, Penélope Cruz o Naomi Campbell y hombres como Christian Bale, Vincent Cassel o Jon Hamm. Además, ha expuesto su obra en galerías de de enorme importancia como Camera Work en Berlín, Fotografiska en Estocolmo, el Palazzo Reale Museum de Milán y, recientemente, el Palazzo Albergati en Bolonia.
Por Iñigo Amescua.
Has declarado que: «No se hace una fotografía sólo con la cámara. Al acto fotográfico aportas todas las imágenes que has visto, los libros que has leído, la música que has escuchado, la gente a la que has amado» ¿Cómo estas influencias han formado tu estilo fotográfico?
De diversas maneras. No creo que este sea un proceso consciente, más bien todo lo contrario; en el momento de fotografiar, evocas, muchas veces incluso de manera inadvertida, esos recuerdos que se habían perdido en tu mente. Es el acto fotográfico el que propicia que lo consciente y lo inconsciente se encuentren. De esta manera, el crear una fotografía se torna en un momento de autorrevelación a través del cual se pueden despertar sentimientos que, quizá, han estado dormidos durante años. Creo que la mejor descripción de la fotografía la podemos encontrar en el conocido libro de Marcel Proust titulado: En busca del tiempo perdido. En uno de los capítulos de esta obra el protagonista se come una magdalena con té y el sabor y el olor le transportan de inmediato al salón de su abuela durante su infancia. Todo vuelve a la vida. Todos conocemos esos momentos. Las imágenes pueden tener un efecto de redescubrimiento muy similar a este, algo que nos hace sentir de nuevo esa memoria perdida.
¿Qué experiencias han tenido un impacto más profundo en tu obra?
Uno de esos momentos clave fue cuando, con solo 18 años, llegué a Nueva York para trabajar como asistente de fotografía. La década de los ochenta tocaba a su fin y la ciudad vivía momentos muy duros reflejados en obras maestras del cine como Taxi Driver, French Connection o las películas de John Cassavetes. Yo era pobre, pero estaba lleno de asombro. El cine y la televisión colonizaban nuestro subconsciente y, de repente, todo cobraba vida a mi alrededor.
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