Nominada al Óscar como Mejor documental, “Una casa hecha de astillas” narra la historia de tres niños separados temporalmente de sus padres en el este de Ucrania tras la guerra. Una propuesta íntima que se estrena en Filmin a partir del 3 de febrero. La trama transcurre entre las paredes de un orfanato mientras un grupo de trabajadores sociales intentan construir un espacio de alegría, tranquilidad y fraternidad que frenen el apabullante camino a una infancia perdida.
Producida por Monica Hellstrom, miembro de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas y seleccionada para Producer on the Move, Cannes 2020; y dirigida por el danés Simon Lereng Wilmont, quien recordaremos por su largometraje El ladrido distante de los perros. Muestran una realidad dolorosa donde la incertidumbre conmueve al espectador, ¿cuál será el destino de estos niños? ¿Retornarán a lo que algún día fue su hogar? ¿Ese hogar aún existe? ¿Les espera uno nuevo?
Lereng lleva a la gran pantalla las consecuencias de la guerra poniendo el foco en los más vulnerables. Cuenta que, en su película anterior, descubrió la cantidad de niños que vivían en situación de orfandad o abandono. Sus padres, asesinados por la guerra o ausentes por adicciones y traumas, terminaban siendo una representación de lo que las heridas que los conflictos dejan a largo plazo; una situación devastadora que se muestra poco.
Junto a Azad Safarov, asistente de dirección también en ladridos distantes, recorrieron refugios temporales en donde el estado se encarga de reubicar a estos niños en hogares. Entre muchos, que describe como “tristes, solitarios y abandonados”, encuentran uno diferente. Dibujos en las paredes, ositos de peluche, actividades recreativas, juguetes y un personal con calor humano; fueron los elementos que le llevaron a escogerlo para desarrollar “Una casa hecha de astillas”.
Luego de conseguir los permisos apropiados de las autoridades, padres y tutores; comenzaron a grabar una experiencia honesta, cercana y humana sobre una realidad cruda y complicada que no deja de vislumbrar destellos de esperanza. Dentro de este albergue hay una vida que se desarrolla en la sombra de la guerra, pero donde también hay enamoramientos, bailes y emociones. Expresa Lereng:
“Para mi, la película es realmente sobre la esperanza, y esa esperanza es lo que hace que este refugio sea tan especial: que los trabajadores sociales hagan todo lo posible para mantener este sentido de esperanza y optimismo para los niños.”
Aún cuando el destino de ellos esté determinado por otro refugio, una familia adoptiva o un orfanato estatal. “Una casa hecha de astillas” se aparta del conflicto político para dar prioridad a una parte social que se desdibuja de lo que se suele contar. La pobreza, el alcoholismo, la adicción, el desempleo… secuelas que marcan trascendentalmente el futuro de un país, aquél que está creciendo y es frágil.
El documental es un relato íntimo en donde Lereng fue testigo de escenas que describe como las más duras que jamás ha filmado. Momentos repentinos y desgarradores que las cámaras recogen y que dan fe de una perspectiva humana que, aunque dolorosa, está realizada con una dignidad, gracia y belleza absoluta.