Antes que accesorio de moda, la seda de Hermès es una apología creativa, un tótem, una espuela a la libertad para imaginar y un escudero de la artesanía. Todo un universo de ideas y convicciones, reunido en un cuadrado perfecto, que empieza con el trazo de un dibujo.
Por: Laura García del Río

El pañuelo de Hermès fue una invención. Un manifiesto tangible que Robert Dumas orquestó en 1937, tan integrado en el imaginario colectivo del universo Hermès que parece imposible pensar que una vez no lo habitó. No es coincidencia que fuera ese año y no otro cuando Dumas hiló su creación. El mismo que La gran ilusión le valía a Jean Renoir el título de enemigo público cinematográfico nº1 en Alemania y el honor de firmar la primera cinta extranjera nominada al Oscar a mejor película. Que 31 millones de personas se dejaban fascinar por el Obrero y koljosiana de Vera Mújina, el Guernica de Picasso y la locomotora de la Deutsche Reichsbahn-Gesellschaft en la Exposición Internacional de París. Que Roosevelt repetía mandato y el Golden Gate se erigía orgulloso. Que John Steinbeck publicaba su De ratones y hombres y el surrealismo tomaba la London Gallery. En ese momento que pedía a gritos mirar al futuro y permitirse soñar, el carré de Hermès fue un dardo en la diana.
No era la primera casa de lujo que vendía pañuelos de seda y desde luego no era el primer pañuelo de seda que se vendía. No había ninguna razón aparente para que se convirtiera en una leyenda, un prodigio, un fetiche. Salvo que era (y es) una excepción. Un renglón aparte en un mundo donde la optimización, el marketing y los dividendos dictan y disponen.
Robert Dumas estableció los códigos. El primero e inamovible: que el pañuelo había nacido para ser un lienzo en blanco para la imaginación. De eso hace 88 años y la premisa no ha cambiado.“Jugamos con los límites, echamos a bajo las restricciones, empujamos los lindes”, se reafirma Cécile Pesce, directora creativa de la seda de mujer.

Hace dos décadas que se unió al métier –y un lustro desde que cogió las riendas– y nunca ha dejado de ejercer el privilegio de romper las reglas. “Lo único que desea Pierre-Alexis Dumas es crear algo bien elaborado en el estilo de Hermès, pero con creatividad. No repetir nunca lo que ya hemos hecho, intentar estar siempre en el linde de lo que la gente no espera”, dice la creativa sobre el nieto de Robert, sexta generación de la familia al frente de la enseña y actual director artístico.
De las 16 líneas de productos de la casa, la de la seda y el textil es la favorita del empresario. Su magdalena de Proust. Primero su abuelo Robert, y luego su padre Jean-Louis, “crearon un accesorio que se ha convertido en un emblema en la historia del estilo”, dice el tercer Dumas. “Ahora me toca a mí asegurar que nuestros pequeños cuadrados de seda sigan siendo célebres por su espíritu independiente, su elegancia bohemia y su sentido de la invención”.
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