Tomoko Yoneda, lo que ya no es
La Fundación Mapfre (Sala Recoletos) muestra a partir del 9 de febrero lo que ya no es, pero fue, lo que ha existido y en cierto modo permanece a través de imágenes del presente. Es la primera exposición individual en Europa de la fotógrafa japonesa Tomoko Yoneda, cuya obra ha sido objeto de monográficas en Japón y en Corea del Sur.
Yoneda se aleja de la fotografía documental en la que en ocasiones se la ha encasillado. Ella va más lejos: proyecta recuerdos, memoria histórica y sentimientos asociados a lugares y cosas, con el papel de la fotografía pseudodocumental como base para hacer arte. Permite al espectador una interpretación libre, en función de sus propias vivencias, aspecto que ella considera fundamental para el entendimiento de cada fotografía, que tiene un fuerte elemento de investigación detrás.
La mirada distante y aséptica de la fotógrafa hacia el motivo representado no solo aborda temas visibles en la realidad, si no que centra sus obras en distintas comunidades, tratando de corregir visiones etnocéntricas. Además, incluso su sesgo de impresión también tiene un simbolismo, utiliza técnicas olvidadas que perdurarán en el tiempo gracias a su calidad de conservación.
La cosmopolita artista nació en Japón pero ahora trata de materializarse entre Londres y Helsinki. Una vida viajando y transitando lugares históricos y de conflicto en todo el mundo.
El trabajo de Tomoko genera siempre multitud de preguntas. A través de las nostálgicas imágenes de paisajes, casi siempre apacibles y dotadas de un cierto halo de nostalgia, escarba en la memoria de los individuos para hacerles recordar el pasado. De este modo comprime múltiples capas de historia en una sola imagen y nos hace pensar en lo que puede deparar el futuro.
Se sirve también de los títulos, que suelen estar acompañados de una pequeña leyenda. A través de su lectura, cada una de las fotografías cobra mayor sentido y aquellas que podrían ser pintorescas imágenes de paisajes, parques, ríos o lugares de una ciudad se convierten en espacios para la reflexión.
La imagen de dos amantes en una piscina de una ciudad húngara de la serie Después del deshielo (2004) es en realidad el discurrir de la vida de un país recientemente integrado en la Unión Europea y con una larga historia de ocupación a sus espaldas.
Frente a las viles fotografías de guerra que estamos acostumbrados a contemplar en los medios, estas composiciones resultan armoniosas y detalladas. En ellas, la autora aborda la tragedia y el mal desde un punto de vista tangencial, casi por alusión.
Su obra se extiende también a crisis más recientes que hablan del presente, como en marzo de 2011, cuando Yoneda regresó rápidamente a Tohoku desde Londres y trató de participar a través de sus lentes en resolver las consecuencias del Gran Terremoto del Este de Japón y su posterior tsunami.
En Chrysanthemums, de la serie CÚMULOS, vemos a los animales representados habitando un paisaje que ya no puede ser ocupado por humanos, sirviendo como recordatorios de sus dueños ausentes y cómo las vidas de los de la región cambiaron en el transcurso de un día. Los paisajes terrestres y marinos ocupan un lugar destacado en la conciencia de Yoneda, lo traumático visible del presente reside eventualmente en ese lugar entre el relato histórico y la invisibilidad de la melancolía.
También siguió los pasos del escritor Albert Camus con una intención diferente a recordar su legado o de elogiar su influencia. Su intención era bastante diferente. Viajó a los lugares que habían marcado al escritor, en los que había vivido, para reflexionar sobre su cuestionamiento humanista, a través de sus obras.
Al documentar eventos que existen marginalmente al lado o entre hechos históricos registrados, las fotografías de Tomoko miran profundamente dentro del dolor de aquellos cuya existencia no debía ser descrita por el historiador. Parece haber una presencia real en el espacio fotografiado, que podemos entablar un diálogo con los fantasmas que allí siguen existiendo. Después de que su cámara haya pasado por el lugar, ya no da miedo entrometerse en el entorno, ahora solo hay armonía y plenitud