El maestro de lo sostenible
Simón Vélez (Manizales, 1949) lleva el amor por su profesión en la sangre. Hijo y nieto de arquitectos, gracias a la nutrida biblioteca familiar se dejó llevar siendo solo un niño por los libros de la arquitectura tradicional japonesa que le cambiarían la vida. Hoy, con más de 300 proyectos en su haber, el colombiano es una de las figuras más reconocidas a nivel internacional gracias a su apuesta, pionera e innegociable, por el uso de materiales naturales en sus obras desde hace más de cuatro décadas.
¿Hasta qué punto han influido tus raíces colombianas en tu visión artística?
Soy un hippie que no fuma marihuana y que juega al golf. Empecé trabajando con madera aserrada pero, a pesar de que Colombia siempre ha sido un país de bosques, no tenemos cultura forestal y es muy difícil encontrarla de más de tres metros de largo. En Manizales, la pequeña ciudad donde nací, el bambú, o la guadua como lo llamamos aquí, está por todas partes. Se la considera la madera de los pobres, pero ellos también la aborrecen.
El bambú ha sido el material distintivo y fundamental de tu obra. ¿Por qué empezaste a utilizarlo?
Me interesé por el bambú porque, cuando era muy joven, un cliente bandido me exigió que trabajara con este material. Ahí descubrí que si inyectaba mortero de cemento líquido en los entrenudos huecos, donde se producen las uniones, el bambú dejaba de ser hueco y se comportaba como lo que realmente es: un acero vegetal. Fui el primero en descubrir cómo hacer esas uniones de tracción. A partir de este momento, cualquier estructura por grande que sea, de acero o de madera, yo también puedo hacerla con bambú.
¿Qué sensaciones te inspira su estética?
Para un hippie como yo, la estética del bambú es la de los materiales naturales. La buena seda o el buen cuero también pueden compararse con los materiales de alta tecnología que pretenden imitarlos. Ahora están de moda los pisos plásticos que imitan a la madera, que son feísimos. La porcelana que imita a la madera también me parece igualmente ofensiva. No se trata de salvar el planeta, es que esos materiales artificiales derivados del petróleo son horribles.
¿Fue muy difícil tratar de convencer a los clientes de tus proyectos de apostar por el bambú en lugar del cemento?
Todo país del tercer mundo, ya sean más ricos o más pobres, está convencido que el único material digno para construir es el hormigón. Solo los países desarrollados, los del primer mundo, tienen esa cultura forestal.
Siempre has dicho que la arquitectura necesita ser más vegetariana y menos mineral.
He querido construir para los pobres, pero no lo he logrado. Creo que nunca lo conseguiré porque odian el bambú y cualquier tipo de madera. Solo aprecian el cemento. Igual pasa con la mayoría de la gente rica y educada. Los ingenieros, los arquitectos y los académicos también tienen los mismos prejuicios que los pobres.
Entrevista : Carlos Megía.
Imágenes : cortesía del Estudio Simón Vélez.