Por Pilar Gómez Rodríguez
Del Árbol Blanco que José Manuel Ballester dibujó en 1979 al Paisaje italiano desolado que recreó el año pasado, la naturaleza protagoniza buena parte de su trayectoria artística. Del significado de los árboles en su pintura, de la importancia de su cuidado, de su incierto futuro y de alguna posibilidad para la esperanza hablamos en esta entrevista con él. Premio Nacional de Fotografía en 2010, Ballester ha recibido este año el Premio a toda una trayectoria de la Fundación Enaire.
Versionemos el clásico de Diógenes de Sínope: “Cuanto más conozco a los hombres más amo… los árboles”. Pienso en esta frase cuando veo los clásicos de la pintura que usted desnuda de personas para dejar en primer y único plano su naturaleza. ¿Cómo llegó a esta práctica?
La serie de “Espacios ocultos” es una prolongación de otras anteriores centradas en el contexto urbano donde aparecen escenarios de muy diferente naturaleza, siempre sin la presencia humana directa. En un momento traslado esta visión al contexto de la pintura clásica. El vacío tiene un potencial enorme porque se llena de múltiples posibilidades. Entender la realidad a través de sus vacíos es fundamental, al menos lo ha sido para mí.
Lo más extendido en el universo es la nada. El vacío nos permite movernos en el espacio igual que el silencio que corresponde al vacío en el sonido es fundamental su presencia porque nos marca el pulso entre la acción y la quietud y permite que el tiempo se manifieste. Luego “espacios ocultos” es mucho más que un ingenioso juego de magia donde no solo desaparecen los personajes.
¿Su experiencia como fotógrafo de arquitectura, grandes espacios, conecta en algún punto con esta como fotógrafo del natural o no tiene nada que ver?
Los árboles se pueden entender como “arquitecturas naturales“, como estructuras arquitectónicas naturales y, en este sentido, la técnica puede ser muy similar, pero la actitud es muy diferente. En el contexto urbano, cuando centramos la atención en sus edificios, estamos valorando la escenografía que nos permite vivir con mayor confort y comodidades y generamos una estética en torno a ello, en lo que respecta a la naturaleza y a los árboles, en la que su creación es ajena a nosotros y el asombro que nos producen es diferente. Pertenecen a un contexto que nos viene dado y al que tenemos que adaptarnos lo mejor posible.
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