La personalización de objetos se ha convertido en una declaración de identidad en auge. Y en el caso de Louis Vuitton, esta práctica tiene raíces profundas y se entrelaza con su historia como fabricante de equipaje a medida.
Por eso, la Maison retoma y actualiza esa herencia a través de Mon Monogram, un servicio que permite a los clientes intervenir directamente en el diseño de sus piezas, siguiendo una tradición que data de inicios del siglo XX.

En 1911, el diseñador Paul Poiret recibió un baúl clásico de Louis Vuitton personalizado con su nombre impreso en grandes letras: una pieza que, más allá de la funcionalidad, evidenciaba el deseo de afirmar una pertenencia y una estética propia. Décadas después, esta lógica de distinción a través del objeto sigue vigente, pero con herramientas y enfoques adaptados a la contemporaneidad.
Relanzado en 2008 y recientemente ampliado, el servicio Mon Monogram actual ofrece a los clientes la posibilidad de escoger colores, iniciales, rayas y parches aplicables sobre una variedad de piezas que al ampliarse ahora incluyen desde bolsos de viaje como el Keepall, Horizon o Christopher, hasta pequeños accesorios como fundas de pasaporte u otros artículos de marroquinería.
En general, la intervención se realiza sobre los clásicos de la marca que lleven el Monogram y en algunos modelos que lleven el Monogram Eclipse, manteniendo la identidad visual de la casa. Todos los objetos son customizados por encargo y confeccionados a mano por artesanos franceses. La técnica de impresión digital en tres capas usada por la Maison es la que garantiza la durabilidad del diseño.


El servicio Mon Monogram, disponible online y en tiendas, es tan detallado como intuitivo. Primero, se escoge la pieza a personalizar; luego, una paleta de colores, rayas y tipografías permite configurar un diseño completamente único. Incluso, se pueden incorporar parches inspirados en estilos como la Belle Époque o el Art Nouveau, evocando épocas de esplendor artístico que dialogan con la historia de Louis Vuitton. Tras el proceso, cada encargo es entregado en un plazo aproximado de tres semanas.

El proceso de personalización no es meramente decorativo, permite una apropiación simbólica del objeto, al tiempo que subraya el carácter artesanal de cada pieza. Más allá del valor estético o afectivo que pueda adquirir cada pieza, la propuesta refleja una tendencia más amplia en el sector del lujo: la búsqueda de experiencias individuales dentro de un mercado globalizado. Frente a la estandarización, Louis Vuitton apuesta por mantener viva la noción de encargo especial, que alguna vez definió al lujo europeo y reinó en la moda más antigua.
Por eso, Mon Monogram continúa evolucionando y Louis Vuitton ha anunciado futuras expansiones del servicio, incorporando nuevos materiales, diseños y métodos de intervención. Aunque firmemente anclado en la tradición, el proyecto se perfila como una vía contemporánea para repensar la relación entre el objeto y su dueño.
En un contexto donde los consumidores demandan mayor participación en el proceso creativo, este tipo de propuestas invitan a reflexionar sobre el lugar que ocupa la personalización en la moda actual: ¿se trata de un gesto estético, un símbolo de estatus o simple construcción de identidad?