Rodrigo Cortés trata de darse toda la libertad del mundo cuando crea ficción. El cineasta detrás de proyectos como Buried (2010) o El amor en su lugar (2021) regresa a las salas con Escape, una película inclasificable por su mezcla de géneros y trepidante por lo impredecible de su argumento.
Con la producción ejecutiva de Martin Scorsese, la cinta está basada libremente en la novela homónima Enrique Rubio. En ella, Mario Casas es «N.», un hombre con una visión de la vida más que sombría, desgastado por la culpa y el dolor. Decide renunciar a cualquier responsabilidad como ciudadano, y con ello, a sus libertades. Una conducta que desconcierta y agota a su hermana Abril (Anna Castillo), aferrada a cuidarle pese a las inexplicables y arriesgadas decisiones que tome.
Conducir como un kamikaze, producir altercados en el supermercado o intentar colarse en la cárcel son solo algunas de ellas. Todas orientadas, como explica su director, “a alcanzar la libertad de no elegir, la libertad que da la reclusión y la falta de opciones”. Y es que la película funciona como una gran pregunta «que no da respuesta”. Aún así, en White Paper by hemos tratado de obtener alguna mientras charlábamos con el elenco.
– N. es un personaje difícil de tratar, ¿se podría decir que llega a caer mal?
Anna Castillo: El personaje ya lo conocí en rodaje así que cuando vi la peli no me sorprendió. Yo a N. le quiero mucho porque Abril le quiere mucho. Y ya al final de la película, como Ana, empiezo a dudar sobre su ego. Igual no haría las cosas de la misma manera, pero como Abril, yo no puedo dejar de creerle, darle cariño y esperar que de alguna manera esté bien. La peli me encantó la primera vez que la vi y de N. no cambió mucho la opinión que tenía.
El papel que le toca vivir es muy duro, más que el de N., ¿puede llegar a quemar?
AC: No, Abril es como hubiese sido yo en esas circunstancias. Es un personaje que sufre, que lo está pasando mal, y que en momentos es frustrante, pero quiere rescatar a su hermano de no sabe dónde. Hay momentos en los que se harta y sufre, también en los que se ríe.
Mario Casas: Es un personaje con el que no comparto al final muchas cosas, empatizas al principio porque dices: “ostras pobre”. Está en un mal momento porque ha vivido algo que le ha dejado traumado, él mira por sí mismo, solo su ombligo. Lo que más me duele, llevándomelo como espectador, es la carga de la hermana. Pasa absolutamente de todo, hasta de la persona que está mirando por él. Digamos que no mira por ella. No hay buenos ni malos, pero es en lo que menos empatizo con el personaje.
Rodrigo sí que ha cuidado de vosotros.
AC: Sí, da muchísimo valor a nuestro trabajo como actores, es a lo que más importancia le da casi. Crea una red de seguridad, concentración y juego que es muy bueno para nosotros. Sabes que no te va a dejar vendido nunca y que te va a cuidar en montaje. Algo que yo creo que todos los directores pretenden hacer pero no confío tanto como en el criterio de Rodrigo.
Sobre todo, teniendo en cuenta el rodaje de escenas tan largas, en su habitual plano secuencia.
MC: Lo que prevalece entiende son las interpretaciones y si tienes buenas interpretaciones tienes una película que contar. De punto de partida entiendes eso, para nosotros es maravilloso. Las tomas largas no las hace para él, si no para que el actor encuentre un lugar donde dar con la energía del personaje. El material se lo lleva, pero deja que pruebes cosas, en la quinta o la sexta toma, que aunque esté cansado y sobreactuado puede haber una mirada diferente, una frase que le va a funcionar. Destellos que pasan cuando dejas volar al actor y no lo encorsetas. Cuando habla, pienso que ha sido actor ¿lo ha sido?
AC: Sí, creo que empezó haciendo cosas de actor.
MC: Por eso entiende. Yo he trabajado con directores maravillosos, que funcionan con tres indicaciones, pero es verdad que me he sentido muy cómodo en los sets.
AC: Hay un lenguaje distinto. Los actores tenemos maneras de decir cosas en cuanto a nuestro trabajo y no todo el mundo tiene el mismo vocabulario. Los directores que también han interpretado se comunican parecido.
Después de la conversación con los protagonistas de la cinta, parece lógico acercarnos a su director, que se muestra fatigado por la promoción pero feliz de llenar salas, y hasta emocionado de poder observar las distintas reacciones entre los espectadores: “Es muy bonito cuando acaba la película, ver centenares de rostros tratando de hacer la digestión”.
– Ayer precisamente estuviste en una proyección en Salamanca, donde cursaste los estudios universitarios.
Rodrigo Cortés: He vivido allí toda mi vida, aunque nací en Galicia, tengo la doble nacionalidad. Aunque estudié historia del arte, en los Cines Van Dick es donde hice mi educación cinematográfico-sentimental.
¿Por qué es importante que los espectadores se queden dando vueltas a la película?
R.C: No es importante, pero deseo que suceda. Si alguien no lo hace, va a poder seguir con su vida con plena tranquilidad, pero personalmente me gustan mucho las películas que no acaban cuando acaban. Que siguen ramificándose en el cerebro de uno cuando los créditos empiezan a desfilar. E, idealmente, al día siguiente.
ESCAPE es un título que se entiende distinto en español que en inglés. En el primero es un imperativo, en el segundo se entiende más como un sustantivo ¿con qué interpretación te sientes más cómodo?
R.C: Con los imperativos me siento poco cómodo, en general. La película es más bien un sustantivo, que también lo sería en inglés, que es también como lo pronuncia Scorsese, al que no se me ha ocurrido corregirle nunca. Pero es un sustantivo… paradójico, porque la película cuenta la historia de alguien que trata de escapar de su libertad, de alcanzar la libertad de no elegir, la libertad que da la reclusión y la falta de opciones
El concepto de libre albedrío sobrevuela el filme. De entre todos los grandes conceptos que manejas, ¿por qué este?
R.C: Es casi la esencia de la historia, la libertad gravita, sobre todo. La libertad que se pueden entender de mil diversas maneras. El niño piensa que es en hacer lo que a uno le da la real gana, con el tiempo uno cree aprender que está más conectada con la responsabilidad, con asumir las consecuencias de los actos que uno emprende libremente. Y como que la película no ofrece un mensaje unívoco ni definitivo, tampoco una lección. La reflexión sobre estos temas es casi contradictoria.
También está la libertad de adaptación, en tu caso, partiendo de la novela de Enrique Rubio ¿qué clase de elementos cinematográficos no se pueden repetir en la literatura?
R.C: No es tan fácil como enumerar. La escritura cinematográfica es el terreno de la acción: el personaje se define a través de lo que hace y las decisiones que toma. No se reflexiona a sí mismo, sino que es de una forma o de otra y a partir de ahí lo interpretamos como espectadores. En la literatura, es el terreno de la evocación, de la resonancia. No siempre es tan importante lo que pasa, sino cómo pasa. Son campos de juego diferentes en los que conviene servirse con diferentes armas.