“Like a child, the earth’s going to sleep, or so the story goes.
But I’m not tired, it says. And the mother says, You may not be tired but I’m tired-“
En estos momentos en que la agencia literaria de Louise Glück, tras ganar el premio Nobel, la esta vendiendo al mejor postor, quizá no esté mal empezar citando a Rilke que, en su séptima Elegía de Duino, dice que el mundo solo existirá interiormente, que nuestra vida transcurre transformando y que allí donde existía una morada estable se presenta ahora una construcción imaginaria. Creo que, también, son las palabras indicadas para empezar a hablar de poesía en estos tiempos de pandemia.
Siempre me han molestado las críticas literarias que pretenden explicarnos qué quiso decir la poeta o el poeta. ¡Y usted qué sabrá lo que quiso decir! ¿Estaba usted presente cuando el poeta estaba escribiendo ese poema o incluso pudo entrar en su mente? Lo maravilloso de la poesía, lo que la hace inmortal y alimento para el alma en diferentes momentos y épocas, es su transversalidad, su adaptarse a cada uno de nosotros, a nuestras penas y alegrías.
Louise Glück para mí es la voz del “refugio del yo escondido”; en inglés ella diría “The shelter of the hidden self”. Yo quiero titular una exposición mía así.
Glück pertenece a esos poetas americanos que hablan desde lo secreto, desde lugares que no pertenecen a las grandes urbes. Están alejados de los grandes murmullos de las calles rectas, de las grandes manzanas y los rascacielos. Son más las voces de los otoños rojos y dorados de los pueblos perdidos. Y son la voz de quienes habitan esos pueblos.
Desde Anne Carson (galardonada este año con el Princesa de Asturias), que transforma los mitos clásicos en adolescentes heridos y dolientes del medio oeste, pasando por mi amado Charles Simic y su voz a las tres de la madrugada, llegando incluso a compararla con un William Carlos Williams por ese alejamiento del mundo.
Pero en todos ellos es un alejamiento parcial. Glück, nos enseña desde su ventana, no el mundo, “sino un paisaje enmarcado / que representa el mundo.” Una abstracción del mundo. Una elección de huida y lejanía para no perder la voz propia, para seguir siempre el propio camino. Pero a la vez ella se sienta en los cafés, observa y escucha las penas y miserias de la vida en un pueblo. La madre que durante las primeras nieves “está mortalmente harta de su vida / y necesita silencio” o los jóvenes que huyen del pueblo y sí “…la gente huye, y, por un rato, lejos de aquí, / son exuberantes, rodeados de tantas opciones”. Esas falsas opciones que, yo lo sé bien, nos ofrece la gran ciudad y sus ambientes exuberantes. Porque allí “… fui una vez más / una niña ante la riqueza / y no supe en qué consistía la riqueza”. Espero que a ella no se le olviden estos versos suyos ahora que su agencia la vende como ganado. Yo entiendo que es muy duro luchar por una obra personal y fuera del mundo y que es muy difícil el vivir de ello, pero nunca hay que olvidar a los que te han apoyado en los tiempos difíciles.
Al final, los que buscamos el silencio volvemos al pueblo, porque los cerros que tanto amamos nos están llamando. Y “A mi entender, te sale mejor quedarte; / así los sueños no te hieren. / Durante el atardecer, te sientas junto a la ventana. Donde sea que vivas, / puedes ver los campos, el río, realidades / a las cuales no puedes imponerte”.
Así es. No imponerse a esas realidades te hace ser más humilde; nunca olvidemos ser humildes. Ser más cercano a las voces sencillas, crear esas construcciones imaginarias que decía Rilke, coger (si nos deja su agencia) una de esas preciosas, delicadas y perfectas ediciones de Pre-Textos de Louise Glück y con un vaso de vino sentir esa luz imprecisa del atardecer sobre nosotros.
Si quieres firmar la carta abierta a la agencia de Louise Glück en apoyo a su editorial en español Pre-Textos, aquí tienes el enlace vía Facebook. ¡Que no nos quiten estos libros tan bellamente editados!
Guillermo Martín Bermejo @gmbermejo
El Espinar. Otoño 2020