Feminismo, ecología, activismo… La carrera artística de Cecilia Vicuña sigue el mismo imaginario desde que comenzara su actividad en la década de los 60 y los tiempos le han dado la razón en forma de premios y reconocimientos internacionales. Una retrospectiva en el Guggenheim de Nueva York y el León de Oro a toda una trayectoria de la Bienal de Venecia hicieron de 2022 un año memorable para ella. Y continúa: hasta mediados de abril, uno de sus quipus ocupa la sala de turbinas de la Tate de Londres.
Por Pilar Gómez Rodríguez
Quipu. Se trata de un antiguo sistema de codificación de información y de comunicación utilizado por la civilización quechua. A base de nudos —eso significa ‘quipu’ en esa lengua— consistía en una larga cuerda textil de la que colgaban múltiples hebras anudadas en diferentes formaciones y colores, que eran capaces de codificar información como si de un alfabeto se tratara. “Cuando lo conocí me pareció increíble que este sistema de información existiera —explica Cecilia Vicuña—y que hubiera sido borrado de nuestra cultura y nuestra memoria”.
Su arte lo recupera. Su arte hecho de jirones, palitos y “basuritas”, como las llama ella, recupera esa manera de comunicar, a través de objetos de la naturaleza intervenidos por la mano de la mujer. “En mis quipus inserto materiales como ramitas, palos de bambú y otros materiales que están desapareciendo, como las propias fibras vegetales”. Así conforma lo que serían los antiguos nudos de información, pero además de eso, Cecilia Vicuña entiende que esos nudos, en sentido figurado, son un campo “de energía y todo el mundo que ha sido conectado por un nudo comparte ese campo de conocimiento y entendimiento. Yo empecé a hacer arte en los 60. El público y yo éramos cocreadores, porque mi arte es una invitación a compartir, una experiencia que no es la de uno en particular, sino que se comparte, el arte es lo que experimentábamos todos, está compuesto por muchos puntos de vista y, según pasaba el tiempo, se me hizo más necesario incluir a cuanta más gente, mejor porque teníamos que trabajar juntos”, explica en el vídeo que acompaña la instalación Brain forest quipu, que hasta mediados de octubre se puede ver en la Tate de Londres.
El arte, para Cecilia Vicuña, siempre ha tenido un por qué, una misión: “Mi arte siempre ha seguido una orientación política, porque de adolescente entendí que la vida del planeta estaba en peligro. A mi trabajo lo llamo ‘arte precario’ porque desaparece, es frágil, vulnerable y está hecho para desaparecer. En él cabe una piedra y otros materiales naturales, una pieza de plástico, de metal y todo lo que me hace sentirme viva con la historia, con el paso del tiempo, con la descomposición y la posibilidad de morir; para mí esa es su belleza”.
Siempre por delante de su tiempo
Nacida en Santiago de Chile en 1948, Cecilia creció en una familia de artistas y enseguida ella también lo fue. En el año 1972 consiguió una beca del British Council y estaba en Londres cuando su país sufrió el golpe militar, de modo que Vicuña había sido una especie de exiliada por adelantado.
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