Por Marta Martínez
La artista jerosolimitana ha encontrado en la cerámica un nuevo ejercicio creativo con el que disfrutar desde su nuevo taller en Aviñón (Francia).
Ya sea coordinando un festival, produciendo una sesión de fotos o amasando arcilla de gres, la creativa Ori Bahat tiende a profesionalizarse en cada nueva disciplina a la que le echa el ojo. Aunque esa versatilidad viene de fábrica, estudiar Bellas Artes en Jerusalén le brindó la posibilidad de explorar distintos estilos para finalmente asentarse, durante algunos años, en la industria musical. Si entre gestionar conciertos y ser agente, nunca guardó la cámara, era de esperar que aún no sintiese cubiertas todas sus inquietudes artísticas.
Un hueco libre por las tardes fue lo único que necesitó para apuntarse a clases de cerámica en un estudio de Tel Aviv. Y enamorarse de ella fue suficiente como para seguir trabajando de forma autodidacta después de mudarse a Francia. “La mayor parte de mis conocimientos proceden de horas de ver vídeos tutoriales en youtube de otros ceramistas compartiendo técnicas y de leer libros sobre la química de los esmaltes”, recuerda Bahat, que ha destinado parte del espacio de su casa en Aviñón (Francia) a su propio taller.
Al poseer unos grandes ventanales que dan a una calle tranquila, durante el día solo trabaja con luz natural, lo que, reconoce, “es un placer absoluto”. Tanto como la minuciosa limpieza que exigen las baldosas de terracota de su suelo, algo que se ha convertido “con el tiempo, en un ritual significativo”. Es evidente que Bahat disfruta con el trabajo paciente y artesanal, como el diseño a mano de sus piezas, diferentes e irrepetibles con cada cocción.
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Marta Martínez