Por Ana Pérez
Con un encanto que trasciende el tiempo y un estilo que captura la esencia de las décadas doradas, la galería Jaeger Art (Berlin) nos sumergió en un viaje fascinante a través de las lentes del icónico fotógrafo George Hoyningen-Huene. En una exposición que abarcó desde los años 1920 hasta los años 1960, presentando un testimonio visual de una época que se mantiene eternamente elegante.
George Hoyningen-Huene (1900-1968) es reconocido como un pionero en el género de la fotografía de moda. Su estilo elegante y minimalista ha tenido un impacto consistente en fotógrafos de todo el mundo y su trabajo continúa teniendo relevancia hoy en día, como artista que creó algunos de los retratos y composiciones fotográficas más sorprendentes del siglo XX.
Realmente su vida y trayectoria bien podrían ser el guión de alguna de las películas de la época dorada del Hollywood que el mismo Huene compartió con tantas estrellas y personalidades del cine, el arte y la moda.
En el torbellino de la historia de aquel siglo, Huene se muestra como un testigo excepcional, no solo de los cambios geopolíticos, sino también de la evolución de la moda, la fotografía y el cine. Nacido en San Petersburgo en 1900, en el seno de una familia aristocrática, su vida se entrelazó con las revoluciones, guerras y movimientos artísticos de su tiempo.
George, tercer hijo del barón Barthold von Hoyningen-Huene y Anne Van Ness Lothrop, vio sus primeros días en la Rusia zarista. Sin embargo, las huelgas y disturbios en San Petersburgo marcaron el inicio de una era tumultuosa. La revolución y la abdicación del zar Nicolás II llevaron a la Gran Guerra Civil. En 1918, la familia Huene escapó a Francia, buscando refugio en medio del caos.
En 1924, París era el epicentro de la expresión artística: grandes escritores y artistas surgían mostrando nuevas formas de expresar sus ideas. El círculo de Huene incluía a Salvador Dalí, Lee Miller y Coco Chanel, así como a Pablo Picasso y los surrealistas Paul Éluard, Jean Cocteau, la diseñadora Elsa Schiaparelli y el fotógrafo Cecil Beaton. Por aquel entonces la ciudad le daba la posibilidad de desarrollar toda su pasión por las diferentes artes, así comenzó hacerse un hueco como ilustrador de moda y aprendía de las diferentes expresiones artísticas con una visión única y particular llegando a recibir clases del pintor cubista André Lhote.
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