Olalla García era muy pequeña cuando se quedaba observando la gran biblioteca de su padre. Su pasión comenzó al primer contacto con los libros, recuerda que, a los tres años, su insistencia por aprender a leer y escribir consiguió que su padre le enseñara.
Desde ese momento no ha soltado la lectura ni la escritura. Le parece maravilloso sumergirse en otros universos y entablar contacto con personajes de todas las épocas y de todos los lugares del mundo.
Supo entonces que quería dedicarse a la escritura y que algún día, uno de sus libros, aparecería en alguna biblioteca como aquella que la había cautivado.
Nació en Madrid, estudió Historia y se especializó en Historia Antigua. Ha publicado grandes títulos como es el caso de El jardín de Hipatia en 2009, Ardashir. Rey de Persia en 2005 o Las puertas de seda en 2007.
Para Olalla García la escritura es una forma de vida; es novelista, traductora literaria y profesora. Asegura que le hace realmente feliz levantarse por las mañanas y dedicarle tres horas a su labor porque está haciendo lo que disfruta, para ella la literatura forma parte de lo que es como persona.
“Es una cosa maravillosa terminar un libro y que, al exponerlo, deje de ser tuyo. Porque a partir del momento en que otra persona lo lee, empiezan a comentar y dar visiones que jamás se te hubieran ocurrido a ti. Es un proceso realmente enriquecedor, tanto el de la creación como la parte posterior de contacto con los lectores.”
Ahora, publica su nuevo libro La buena esposa ambientada en el Alcalá de Henares del siglo XVII. Cuando una mujer llamada Francisca de Pedraza logró convertirse en el primer caso de divorcio documentado en España. Hablamos con Olalla García para entender el proceso de realización detrás de una novela, su figura como escritora y todo lo que supuso esta nueva historia.
Has realizado muchas novelas históricas, ¿qué aporta de distinto La Buena Esposa?
Además de la trama, es una novela muy especial por varias razones. Una de ellas es porque está centrada íntegramente en la vida cotidiana, mientras que tengo otras novelas anteriores que tratan más sobre conflictos políticos o sociales.
La buena esposa, es una novela de la vida privada, es un caso real muy duro. Narra la historia de tres mujeres, una de ella es Francisca de Pedraza. El libro se centra en la vida cotidiana de esos personajes que normalmente no aparecen en los libros de historia, personas anónimas del estrato más sencillo de la población que pueden llegar a cambiar la manera en la que concebimos el mundo.
Francisca de Pedraza fue la primera mujer en conseguir el divorcio en España, una sociedad religiosa donde la mujer estaba sometida a las labores del hogar y a la pareja, ¿cómo fue el proceso de documentación y creación?
La documentación en este caso es fundamental. Hay varios libros y ensayos publicados sobre la vida de Francisca de Pedraza por Ignacio Ruiz, catedrático de Historia del Derecho. Cuando estaba haciendo mi tesis doctoral, fue él quien descubrió el legado de Francisca en la Biblioteca Nacional. Al terminar su tesis, empezó ha escribir libros sobre su historia.
De sus escritos logré recopilar muchísima información sobre qué fue lo que ocurrió porque todo su juicio está documentado. A partir de ahí, tuve que crear la psicología y alma de Francisca, porque los hechos se recogen de forma bastante cruda. Yo quería escribir la novela en primera persona porque mi intensión era darle voz. Fue difícil ponerme en su piel cuando está sufriendo todos esos abusos dentro del matrimonio. Contarlo en primera persona implicaba interpretar como lo vivía, sentía y qué era lo que pensaba. Es una historia fuerte a la que yo quería ser fiel, tanto a ella como a lo que pensaban las personas de la época.
¿Qué supuso enfrentarse a estos tópicos?
Cuando escribo novela histórica uno de los afanes que tengo es lograr que se refleje cómo era el mundo y cómo se pensaba en una época determinada. Me interesa resaltar lo que ha cambiado desde entonces para seguir luchando por que se mantenga, así como las cosas que siguen estando y es necesario cambiar. Respecto a la situación de la mujer, creo que afortunadamente ha mejorado, pero no en todas las partes del mundo ni en todas las familias. Por eso debemos luchar para no dar pasos hacia atrás.
No solo me refiero al maltrato, que desde luego es absolutamente espeluznante y no debería existir; también a aspectos cotidianos que todas sufrimos de un modo u otro, como la desigualdad salarial o las desigualdades en el reparto de tareas en el hogar. Por todo esto tenemos que luchar hasta llegar a una igualdad efectiva en todos los niveles y conseguir cero tolerancia con la violencia.
Siendo profesora, considero que hay que educar a los niños en la igualdad, el respeto mutuo y la ausencia de violencia. Enseñarlos que la manera de tratar a las personas no es a través de una imposición del poder físico. Me parecen tópicos muy fuertes pero importantes. Es una novela muy dura porque ponerse en la piel de una persona que ha sufrido maltratos, que repetidamente acudió a los tribunales para pedir el divorcio en una época en la que no se concebía porque el matrimonio se consideraba sagrado, es doloroso. Pero Francisca de Pedraza siguió insistiendo, era una mujer muy fuerte, con una historia muy injusta que merece ser contada. Tiene un mensaje muy potente de esperanza, su figura es admirable.
En la novela, ¿qué es real y qué es ficción?
Lo real es la historia de Francisca de Pedraza, pero digamos que esta es la verdad histórica que yo no me permito tocar cuando trató una novela, la tengo que reflejar tal cual aparece en los textos. La parte de ficción en la que yo me permito usar la imaginación es la que tiene que ver con los otros personajes, en este caso Ana y Clara. Yo quería a Francisca como el personaje principal y crear alrededor de ella unas amigas que estén a su lado a lo largo del proceso y que, a su vez, ilustren otros aspectos de cómo era la vida de la mujer en la España del siglo XVII. Me gusta tener información sobre la cotidianidad, cómo pensaba, hablaban o vestían en ese tiempo. Todo esto lo reflejo en los personajes y en el mundo narrado.
¿Existe una intencionalidad reflexiva por la que debería atravesar el lector?
Me gustaría que los lectores reflexionaran sobre estos temas al leer la novela, que se pregunten qué cosas han cambiado y qué no. Los personajes de La buena esposa tienen otras realidades que podemos aplicar a la actualidad, aunque estemos en tiempos distintos. Por ejemplo, las mujeres tienen que trabajar muchísimo más para que se les de el mismo reconocimiento que a sus colegas masculinos. Esto es algo totalmente injusto, lo que debería valorarse son las cualidades personales independientemente del género y eso, por desgracia, sigue siendo algo que debemos conseguir.
¿Tienes alguna rutina para conformar la trama en tu proceso de escritura?
Primero me documento históricamente sobre el episodio y la época de la que quiero escribir, estos datos son inamovibles e intocables y se deben transmitir fidedignamente. Durante varios meses pienso en los personajes y cómo crear el conflicto entre ellos, trabajo en crear una buena historia que tenga acción, intriga y emotividad. Voy conformando la trama alrededor de ese esqueleto histórico.
Para ello necesito estar en un entorno tranquilo. La mayor parte de mi trabajo ocurre en mi despacho, pero no me importa escribir en otros lugares, incluso hay días en que cojo mi libreta y busco inspiración en la naturaleza. Pasear por las calles antiguas de Alcalá de Henares, mi ciudad, también es muy motivador.
Has vivido en España, Bolonia, París, Rávena… ¿En qué han influido todos estos lugares en tu proceso de creación y en tu formación literaria?
Estuve precisamente en Rávena estudiando historia, mis primeras novelas son sobre el mundo persa y la antigüedad tardía entre el siglo tercero y el séptimo. Así que mis primeras novelas tenían una relación directa con mi especialización. Al igual que el estudio de las leguas muertas o el Siglo de Oro que se ve reflejado en mi novela Rito de paso (2014). Creo que toda experiencia vital siempre es válida, siempre aporta algo a la escritura.
Tener perspectivas distintas es muy valioso, como escritor es muy importante para entender la psicología de todos los personajes e intentar reflejar cómo ven sus vidas abandonando tu punto de vista como narrador.
¿De dónde viene esta curiosidad por la historia y la literatura?
Mi padre era catedrático de instituto, era profesor de latín. El latín es una asignatura muy dura porque normalmente la mayoría de la gente no entiende para qué sirve. Yo siempre digo que las lenguas, incluso las muertas, sirven para abrir la mente a otras formas de expresión, otras maneras de ver el mundo. Él fue quien me introdujo en la antigüedad, a mi padre le encanta la lingüística y la cultura clásica, en la mesa, a la hora de la comida, hablábamos de estos temas y a mi me apasionaba.
Justamente manejas con fluidez cinco idiomas, ¿en qué aspectos individuales y profesionales te favorece? ¿Qué mundos literarios ha abierto para ti?
Yo siempre defiendo que saber idiomas es una fuente de enriquecimiento cultural enorme porque, en el fondo, son pistas. Cuando aprendes un idioma nuevo asimilas los modismos y costumbres de una cultura. Esto siempre cambia el modo de ver la vida, porque te preguntas qué tiene una cultura de similar o diferente en relación con la tuya; al fin y al cabo, el idioma siempre se crea para reflejar la forma de pensar y de entender el mundo en una sociedad determinada.
Desde el punto de vista literario, el poder leer los textos originales te permite no perder absolutamente ningún matiz. En la traducción, por mucho que intentes que sea perfecta, algo dejas por el camino, es inevitable. Entonces, conocer idiomas no solo te abre puertas al mundo, también permite verlo desde diferentes perspectivas que, en el plano reflexivo, es lo mejor para cuestionar tu realidad.
Eres traductora de muchas obras, ¿cómo es esta labor? ¿Qué implica en el mundo literario actual?
La traducción es algo que también me gusta mucho. Siempre se me han dado muy bien los idiomas, pero la figura del traductor es una paradoja. Un buen traductor es aquél que pasa desapercibido, logra que el lector tenga la sensación de haber leído el libro en la lengua original. Por eso, su figura desaparece por completo y aunque requiere unas destrezas de habilidades, conocimientos, juegos de palabras y recursos literarios impresionantes, no está reconocida su figura ni bien remunerada.
¿Con qué dificultades se enfrenta un escritor en la actualidad?
Llevo en esto casi veinte años y ha cambiado mucho desde que empecé. Antes se sacaban menos títulos al año, ahora existen un sinfín de publicaciones que reciben la misma inversión que se daba antes. Esta ganancia se divide y los escritores gana menos dinero.
Lo que en principio quieren las editoriales ahora es que el escritor se encargue de su propia promoción, les interesa gente que ya sea mediática (influencers, bloggers, personas que trabajan en televisión o radio). Si ellos mismos hacen la promoción de su propio libro, llegan a mucha gente lo cual genera más ventas. Estamos en un mundo muy mediático, las redes sociales tienen muchísimo poder en todos los ámbitos de la vida.
Creo que como escritores hay que adaptarse un poco e intentar ser más visibles. Porque ya no basta con escribir un libro muy bueno si la gente no sabe que ese libro está ahí, frente a otros ochenta que han salido ese mismo mes. Es un trabajo que ahora requiere mucho más esfuerzo por parte del escritor.
¿Cuáles serían las ventajas?
Es muchísimo más fácil escribir un texto con el ordenador. Escribir a máquina suponía una corrección y edición mucho más complicada. Luego es fantástico, en el caso de la novela histórica, la cantidad de archivos que están digitalizados. Todo es más accesible en cuestión de información y esto es maravilloso.
¿Hay algún consejo que le darías a los jóvenes que sueñan con ser escritores?
Recomendaría que escriban lo que les gusta no lo que creen que puede vender. En mi caso, un libro representa dos años de trabajo, si no escribo algo que realmente me apasiona es muy difícil. Implica dedicar muchas horas al día, por eso debe ser algo que te haga sentir bien mientras lo haces. Creo que hay que escribir con libertad, luego llegará la parte en que los editores corrijan o no. Así como tener objetivos realistas para no frustrar la creación.
«Hay que escribir el libro que escogerías como lector».