La hortensia que crece en los Rosales
Hay una antigua finca muy cerca de Galapagar, llamada Los Rosales, cuya floresta se compone, predominantemente, de hortensias. Una senda de setos floridos permite recorrer parte de la parcela, formada por un jardín, un viñedo, un huerto y una pequeña zona de lavandas. Más allá de la arboleda, las fundadoras del espacio aprovechan las variedades silvestres de la zona para elaborar diariamente arreglos florales. De este modo, ponen un trocito de campo al alcance de todos aquellos que no puedan acercarse a disfrutar del lugar o diseñar en su taller. Pero sus días no siempre fueron así. Como las flores, la decisión de lanzarse al jardín ha necesitado madurar un tiempo para salir adelante. Para empezar, las floristas Yolanda Aragonés e Isabel Aguado tuvieron que conocerse.
“Fue casi al comienzo de mi carrera profesional, hace más de veinte años” recuerda Yolanda. Era aquella época ocupada por las gestiones administrativas y las sesiones de fisioterapia, aunque ambas alimentasen la curiosidad por la horticultura en los ratos libres. Por fin, la estancia de Yolanda en el extranjero por algunos años le permitió comenzar a formarse, desarrollando una estética propia que culminó al iniciarse, a su regreso, en la técnica base de la Escuela Española de arte floral. Poco después y durante la que iba a ser una habitual cena de amigas, plantaron la primera semilla de su futuro negocio.
Encontrar el lugar no fue tarea fácil, pero en 2019 ya estaban funcionando. Funcionando calamitosamente bien, entre el retraso por la pandemia recién iniciada y las múltiples labores de restauración que ha necesitado la finca– rastrillar, cavar, regar, cultivar, podar etc. — y que llegan hasta hoy. La ilusión y el compromiso también se mantienen e incluso aumentan, pues cada día amplían un poco más el espacio y la decoración, probando con algo nuevo que añadir al festín de colores escondido entre prados y arboledas muy cerca de Madrid, en La Navata (Galapagar).
¿Cómo distéis con la finca?
Isabel: En un principio queríamos un lugar para alquilar y funcionar sin tener que hacer una gran inversión, para ir creciendo poco a poco. Como mi marido trabaja en una inmobiliaria ubicada en una finca maravillosa, me comentó que había dos casas de labores en el terreno desocupadas, como el invernadero o el lavador de ropa. Así que nos pasamos a verlo y nos encantó, ya no pensamos en otra opción. Aun así, todo estaba por empezar, completamente abandonado y lleno de cosas.
¿Cuánto tardó en estar lista?
Yolanda: Todavía sigue… (risas) Isabel: De lo que pensamos en un principio que íbamos a utilizar luego hemos ido añadiendo pedacito a pedacito. Siempre hay cosas que hacer, pero en funcionar no mucho, lo que pasa es que la pandemia nos pilló justo empezando y paralizó un poco las cosas.