La científica que rompió el techo de cristal
Atendiendo únicamente a su tono sereno y a un discurso tan reflexivo como cabría esperar de una científica de su renombre, sería difícil descifrar que Isabel Sanmartín (La Estrada, 1970) acaba de hacer historia. La biogeógrafa e investigadora del Real Jardín Botánico-CSIC ha sido elegida como directora de Systematic Biology, la revista de mayor renombre en el campo de la biología evolutiva. La gallega es la tercera mujer en los 70 años de historia de la cabecera, y la primera española, en conseguirlo. “Que me eligieran para dirigirla y definir su política editorial es un gran orgullo”, admite quien ya sintetiza en conceptos como “calidad, diversidad y visibilidad a las mujeres investigadoras” las líneas maestras de su mandato. La doctora en Biología, que se enamoró de la disciplina investigando la naturaleza en las largas jornadas de campo que copaban su niñez, compagina desde principios de este año su nuevo cargo con la vicedirección de cultura científica del RJB, erigiéndose así en uno de esos anhelados referentes femeninos que tanto echó en falta en sus comienzos en la disciplina.
Eres la tercera mujer en dirigir Systematic Biology. ¿Qué se siente al romper ese techo de cristal?
Un gran honor, pero también una gran responsabilidad. En el campo académico las mujeres tenemos esa tendencia a la baja autoestima por la infrarrepresentación histórica. Sobre todo, en el campo de las ciencias duras, parece que surgen más dudas a la hora de saber si seremos capaces de dirigir… aunque nos sepamos capaces.
¿Has sufrido el síndrome de la impostora en algún momento?
Sobre todo, en las disciplinas en las que somos minoría. El no ver a otras mujeres hace que te entren dudas y quizá también pueda ser algo inherente a la personalidad. En los congresos, por ejemplo, compruebo que solemos ser menos beligerantes a la hora de defender nuestra opinión. Pero las cosas están cambiando. Es importante no tener miedo a aceptar nuestro papel.
¿Cómo podemos explicar el trabajo de una bióloga evolutiva?
Tratamos de reconstruir la historia de la vida en espacio y en tiempo. El genoma de los organismos refleja cómo se adaptaron a las condiciones en el pasado y estudiando esos cambios podemos tener información sobre su futuro. Es decir, ¿serán capaces de adaptarse a la velocidad del cambio climático?, ¿a los grados que aumenta la temperatura?, ¿se extinguirán o migrarán? Todas esas respuestas están en sus genes.
Tu especialidad es clave a la hora de confrontar el cambio climático. ¿Tienes alguna valoración sobre el número de especies que están en riesgo de extinción?
Se sabe que en los eventos de extinción masiva se perdieron hasta un 90% de las especies de todo el planeta, en un periodo de tiempo entre uno y cinco millones de años. Luego aparecen otros organismos y formas de vida que reemplazan a las anteriores y la vida se recupera. El problema es que la tasa de extinción se ha acelerado y lo que antes pasaba en un millón de años ahora ocurre en dos siglos. Los tiempos son más cortos y azarosos, así que no tenemos información sobre si podemos recuperarnos.
¿Tenemos tiempo para revertir la situación?
No lo sabemos. Hemos encontrado que algunas de nuestras predicciones estaban equivocadas porque los organismos son más resilientes y son capaces migrar o adaptarse in situ. Pero en otros casos sí se observa la pérdida del número de especies a nivel global. El peligro está en que nuestro ecosistema se empobrezca.
Cuando ve a políticos seguir negando o dilatando las medidas contra el cambio climático, ¿qué se le pasa por la cabeza?
El problema es que casi todas las soluciones que se plantean son cortoplacistas. A nivel político hay cierta aversión al cambio y a que empeore la calidad de vida. Necesitamos una planificación a largo plazo, a nivel planetario, y empezarla ya. No podemos retrasarlo más.
Muchas marcas comerciales se abonan ahora a discursos sobre sostenibilidad. ¿Se está produciendo un cambio de conciencia o es una cuestión de marketing?
Creo que hay parte de los dos. Por supuesto existe un poco de fachada, de marketing, y habría que evaluar y regular que se produzcan resultados. Pero sí percibo un cambio en las nuevas generaciones. Lo veo en mi hija, en cómo lo afronta y lo concienciado que lo tiene. Eso no existía en mi época.
Es curioso lo que comentas, cómo los jóvenes han adoptado la causa ecologista como suya. ¿A qué crees que se debe?
Es una consecuencia del desarrollo educativo, económico y cultural. Cuando un país está preocupado por subsistir, por salir adelante, poco tiempo hay para pensar en el medioambiente. La mejora exponencial de la calidad de vida en Europa en las últimas décadas ha llevado a un cambio en las preocupaciones.
¿Qué necesita el campo de la biología en nuestro país para que se multipliquen las Isabel Sanmartín del futuro?
Inversión y visibilidad. Seguimos siendo un país que invierte muy poco en ciencia comparado con otros países. También es importante que sigamos manteniendo la ciencia básica, los ladrillos, la que no está dirigida a crear un prototipo o una patente.
Dijiste hace años que la labor científica no llegaba a los ciudadanos tanto como debía. Tras esta pandemia, ¿ha cambiado el panorama?
Creo que sí se nos ha visibilizado. Hace unos años la gente ni siquiera sabía pronunciar CSIC… Los investigadores sociales hemos estado muy implicados tanto para trazar la evolución y expansión del virus como para ver cómo influía en el ecosistema. Se ha potenciado el networking y ha sido muy productivo, habría que seguir aprovechando esas redes creadas entre disciplinas que antes no tenían conexión. La ciencia no tiene horarios.
Tras el hito de dirigir Systematic Biology, ¿qué te queda por hacer en su carrera?
Me gustaría conseguir financiación a largo plazo para poder hacer proyectos que requieren de bastante tiempo de investigación. Pero es complicado, este tipo de proyectos no están contemplados en nuestro sistema de ciencia.
Veo que el cortoplacismo es un problema tanto con el cambio climático como en el ámbito de la investigación en nuestro país…
Yo trabajé en Suecia durante muchos años y había proyectos que duraban décadas y que no estaban sometidos al vaivén político. Necesitamos amplitud de miras a la hora de diseñar grandes líneas y que se mantengan en el tiempo, más libertad y menos cortoplacismo. La falta de presupuesto es importante, pero hay que tener en cuenta las necesidades e idiosincrasia de la ciencia.