El 8 de Marzo se celebra el día de la mujer, hacemos honor a todas aquellas mujeres que son una inspiración en la vida, a mujeres que luchan cada día por la igualdad y que consiguen lograr sus sueños gracias al esfuerzo y la perseverancia.
Elisabet Biosca es bailarina solista de la Compañía Nacional de Danza desde 2010. Empezó su andanza profesional a los 18 años. Desde que entró a la CND ha bailado en obras importantes de Nacho Duato, Goyo Montero o Ohad Naharin entre otros.
El arte de la danza es una disciplina que permite dejar volar la creatividad y la imaginación a lugares insospechados.
¿En qué momento te diste cuenta de que querías dedicarte profesionalmente a la danza?
Mi caso es un poco peculiar, yo lo decidí a los 18 años. Estaba en el colegio y quería hacer veterinaria o biología marina e hice selectividad y después de todo esto, que prácticamente estaba matriculada en veterinaria, cambié de planes y decidí que quería bailar e hice las pruebas de acceso al conservatorio.
Diste un cambio muy importante en tu vida, ¿Te gustaba la danza desde pequeña?
Me gustaba mucho, iba a la escuela del pueblo en plan diversión, aunque no me planteaba dedicarme a eso, no pensaba ni siquiera que yo pudiese dedicarme a ello, a llegar a ser bailarina profesional. Lo veía como algo muy lejano, como un sueño inalcanzable.
¿Cómo es el mundo de la danza para la mujer? ¿Te han puesto algún obstáculo para llegar a dónde estas ahora?
La mujer lo tiene un poco más complicado que el hombre, primero porque hay muchas más chicas que bailan, con lo cual hay mucha más competencia y también porque el ideal del físico de la bailarina e incluso su comportamiento está muy estipulado. Tiene que ser súper delgadita, muy elegante y muy fina. En general tiene que ser muy delicada sobre todo en ballet clásico.
En contemporáneo, los cánones cambian mucho. Eso de la mujer débil o frágil existe pero está muy contrastado en la misma bailarina que también puede ser fuerte, incluso si es paso a dos pueden hacerlo dos chicas, o la chica portear al chico. Está más encaminado a un rol más igualitario. El rol de la chica está tan estereotipado, que al final casi que es un obstáculo.
Bailamos tanto delante del espejo que nosotras mismas nos comparamos, de alguna manera machaca un poco la autoestima porque cada uno es como es. Cada uno tiene su físico, su genética y su manera de ser, incluso su bagaje, lo que ha aprendido en la escuela y cómo le gusta moverse. Pero aún así no puedes evitar compararte con el resto y hay veces que te planteas si sirves para esto, si deberías estar más delgada. Es como un cuestionamiento personal y continuado muchas veces.
¿Cuántas horas al día puedes dedicar a ensayar?
Nuestro horario es de 10:00 h a 16:30 h. Empezamos con la clase de clásico una hora y cuarto y después ya tenemos el resto de día de ensayos. Si que es verdad que después completamos con clases de pilates, estiramientos, yoga. Hay gente que incluso hace natación. Cada uno se busca un entrenamiento complementario en función de lo que cada uno crea que necesita mejorar o fortalecer.
Dedicarse profesionalmente a la danza implica mucho esfuerzo, ¿Cómo consigues mantenerte con los pies en la tierra después de dedicarte a esta disciplina tan exigente y soñadora a la vez?
A mí personalmente me ayuda mucho recordar de dónde vengo. Cuando tomé la decisión, que aunque fue con 18 años y no tenía la disciplina y la técnica incorporada como las chicas que empiezan a los tres o cuatro años, la tomé al 200%. Quiero bailar y quiero conseguir mis objetivos y quiero ser fuerte. Quiero visualizar eso, no me quiero distraer.
Al empezar con 18 años y no haber entrado en el conservatorio tan pequeñita, yo creo que quizás me ha ayudado a estar más fuerte mentalmente. A saber tomar decisiones. Hice todo el bagaje reducido en muy pocos años porque quería conseguir mi objetivo; pero sí que es verdad que esa madurez mental si lo noté, esa diferencia.
¿Cuál ha sido la pieza que tu recuerdes que más esfuerzo te ha llevado?
Físicamente, Minus 16 de Ohad Naharin es de lo más cansado que he hecho en mi vida. Era de lo más gustoso, se disfrutaba muchísimo pero a la vez era cansancio puro y tener que lidiar con el pensamiento de decir: «no puedo más, me voy a desmayar»; pero seguía bailando porque la misma coreografía y la misma música te obliga a seguir y seguir. Es muy duro pero a la vez es como reconfortante.
Todo lo que sea de Kylián o Forsythe también. Kylián quizás me parezca un poco más poético y Forsythe es el reto mental y físico. Me gustaba ponerme el reto de ver hasta dónde podía llegar.
Me gusta mucho competir conmigo misma, no con otra gente a nivel de competencia mala.
Te mueves en una disciplina que es muy competitiva, ¿se suele respetar a los compañeros o se mantiene una relación tensa algunas veces?
Yo creo que a veces no se puede evitar que haya tensiones, pero no deja de ser dentro del ámbito profesional. A mí me gusta mantener una distancia en el sentido, la Elisabet bailarina no es la Elisabet fuera de la compañía. Cuando entro en la compañía, me concentro y estoy a lo que estoy, aunque es cierto que tengo buena relación con mis compañeros.
Creo que en general nos llevamos muy bien todos, son muchas horas compartidas. Imagínate en la giras. Comer juntos, cenar juntos, todo el día en el teatro. A veces se lesiona uno y entra otro, tienes que adaptarte a otra persona, aunque también forma parte del proceso y lo hace bonito. Hace la profesión impredecible y bonita.
¿Qué es lo que más te gusta de la danza?
Yo creo que el momento del escenario, el momento que tengo para evadirme de mi misma y poder disfrutar del movimiento, de la coreografía, de la complicidad con otros compañeros con los que tenga que bailar, yo creo que sí. Porque en el estudio estás pendiente de las correcciones, de que falta algo, esto tiene que ser de una manera distinta, pero es que en el escenario no puedes parar, entonces te metes en una vorágine en la que me dejo llevar y soy yo misma.
Además es muy bonito porque en el escenario la danza se plasma como la actitud y la personalidad del bailarín aunque quiera disimularlo.
La danza es una expresión corporal, ¿Qué sentimientos o emociones se te pasan por la cabeza cuando sales al escenario?
La palabra que mejor lo describe es nerviosismo e intención. En mi caso, yo no puedo evitar estar nerviosa en la función aunque empiece cansada o aunque empieza muy mentalizada, tengo como se dice comúnmente esas mariposas. Son nervios buenos. Es importante porque cuando un bailarín deja de sentir ciertos nervios, emoción o ganas antes de empezar es un problema.
Siempre se hace con respecto y humildad, si no empiezan a fallar cosas.
¿Tienes alguna costumbre o rutina que hagas siempre antes de salir al escenario?
Estirarme el cuello es una manía que tengo siempre, al igual que estirar las manos y los brazos, siento que estamos muy pendientes de todo el cuerpo pero de las manos y los brazos no.
Por eso tengo esa manía de estirarme, para así también dar protagonismo y expresividad a las manos.
Para ti, ¿Qué significado tiene el día de la mujer?
Es una reivindicación de la mujer empoderada, de la mujer que es libre, que decide, qué puede hacer lo que sé proponga. La imagen de la mujer empoderada, no la de una mujer dependiente y frágil. Qué no puede hacer nada o que tiene miedo. Creo que es todo lo opuesto.
Eres bailarina solista y has participado en trabajos de Nacho Duato, Goyo Montero y de Ohad Naharin entre otros, ¿Cómo es trabajar con estos coreógrafos tan prestigiados?
Es un poco sueño hecho realidad, porque cuando estás en el conservatorio o cuando quieres llegar a formar parte de una compañía grande e importante como es la Compañía Nacional, sueñas con poder trabajar con ellos. Para mí han sido referentes y seguro que para los alumnos del conservatorio lo siguen siendo. Son coreógrafos muy potentes que se han hecho un lugar en el mundo por algo y porque su lenguaje es diferente. Aporta a nivel de movimiento, a nivel personal y emocional.
¿Cómo concilias la vida profesional con la vida personal?
Ahora mismo como estoy estudiando, me viene fenomenal para poder separar la parte danza de la parte de los estudios; pero es muy difícil porque si después de las clases te pones a hacer ejercicios complementarios o rutinas que tengan que ver con la danza, al final estás pensando que ha pasado en el ensayo, como ha ido la clase o como me he sentido en ese momento. Pero sí que luego llega un punto, también con los años lo he aprendido a hacer, que cuando salgo de la sede, se acabaron los problemas de la sede y pensar en ella, para así dar espacio a lo personal.
¿Crees que en el mundo de la danza se respeta a la mujer?
Cada vez más, siempre se puede mejora, pero cada vez más. Antes quizás, por otro tipo de mentalidad y por la sociedad en la que se vivía, el ballet clásico representaba a una mujer frágil, dependiente y que siempre tenía que estar salvada por el príncipe.
Con la aparición de nuevas formas artísticas y otros tipos de movimientos, la mujer ha pasado a ser más respetada.
¿Podrías hacernos alguna recomendación cultural?
Me leí hace tiempo y fue antes de entrar en la compañía y me fue muy bien, Seis propuestas para el próximo milenio de Italo Calvino y me gustó muchísimo. Es de reflexión.