“Nos conocimos en 1979, creo. Desde entonces, Azzedine y yo somos uña y carne. He fotografiado sus colecciones y tengo innumerables retratos suyos.” — Peter Lindbergh
Con estas palabras, el maestro de la fotografía, corroboraba la estrecha relación que existía con el modisto, una relación forjada por el amor que ambos sentían por el color negro. Lindbergh utilizaba el blanco y negro para buscar la autenticidad en los rostros fotografiados, y Azzedine lo empleaba para crear esculturas con ropas de diseño atemporal.
El fotógrafo y el modisto fueron creciendo poco a poco en sus respectivas disciplinas, y mientras Lindbergh trabajaba en la revista Stern e instalaba su estudio en París en 1978, Alaïa se convertía en el arquitecto de los cuerpos utilizando su sofisticadas técnicas con las grandes clientes de alta costura.
Los dos artistas, disponían de una gran facilidad para trabajar juntos ya que compartían inspiraciones y valores estéticos que se reflejan en su trabajo, además de rechazar cualquier cosa que les pudiera distraer de sus objetivos.
Su trabajo se complementa de la siguiente manera. Por un lado, Alaïa confecciona las prendas que realzan las sonrisas y los ojos de las mujeres que las visten como Naomi Campbell, Maria Johnson, Yasmin Le Bon, Madonna, Tatjana Patitz o Marie-Sophie Wilson entre otras; y, al mismo tiempo, Lindbergh, se encarga de realzar la autenticidad de los rasgos de estas supermodelos.
Como resultado de estas colaboraciones, se obtiene un potente catálogo en blanco y negro en el que reinan la verdad y la belleza.