En Al Margen, un viaje impredecible que comenzó hace más de seis años, Eduardo Casanova se ha ido despojando de su conocida estética pulida para explorar una historia que vive en los límites de la sociedad. Profundamente personal y crudo, el documental es resultado de un proceso de descubrimiento que va más allá de lo puramente estético: es una introspección en temas de salud mental y la marginalidad, mientras que el director también afronta sus propias barreras y se continúa conociendo como artista.
Reconocible por un estilo visual perfeccionista, Casanova había hecho de este un sello distintivo de su trabajo, con proyectos como Pieles (2017) o La Piedad (2022). Sin embargo, aquí queda relegado en favor de una autenticidad impulsada por el carácter documental del proyecto. «Me ha hecho quitarme muchas máscaras», comenta el director, que si bien abraza el estilo por el que se define, admite que “también era una losa» que le restaba flexibilidad artística.
Su nueva cinta sitúa la salud mental en los márgenes de la sociedad y en el centro del sufrimiento humano, al aludir a sus propias luchas internas y a todas aquellas que se ven invisibilizadas. La historia sigue a Moisés, un hombre que cuando se prendió fuego no solo arrasó con él mismo, sino que afectó a todo lo que le rodeaba, un entorno vulnerable que «interpelaba personalmente» a su director. Para capturar esta realidad, usó una cámara de ojo de pez, un recurso inusual que refleja los pensamientos fragmentados y la percepción distorsionada del protagonista, permitiendo al espectador «mirar a través de una mirilla» hacia una mente afectada por la enfermedad.
Después de seis años preparando el proyecto, ¿cómo estás llevando que vea la luz?
Pues, nervioso, bastante. Aunque estoy dando la respuesta típica de un autómata.
¿Y contento?
Lo que estoy es bastante tranquilo porque esto es una película que lleva rodándose durante seis años, que es algo bastante complejo y bastante atípico; es difícil mantener un proyecto con un mismo equipo durante seis años. También estoy completamente comprometido, es un proyecto honesto con lo que yo soy. Me ha hecho quitarme de muchas máscaras que, por pudor por mi forma de ser, tapaba con colores o tapaba con una estética increíble, aunque me define y seguirá estando.
La película sí que se diferencia de las anteriores.
Las anteriores, a parte de definirlas lo escabroso, los temas que toca, controvertidos, polémicos, muy oscuros, les rodea una estética que, por un lado, ha sido muy beneficiosa para mi trabajo, para mi carrera como director, porque me ha definido, me ha dado un sello. Pero, por otro lado, era como un lazo que me apretaba. En cambio, en Al Margen, al ser un documental, no he podido tener esa estética porque es la vida misma. Sucedían cosas y tenías que rodarlas tal y como sucediesen, desprendiéndome de aquello que a mí me definía. Desatarme de ese lazo por la fuerza de que la historia era lo suficientemente buena, contarla sin estética, es algo que me ha hecho evolucionar, por eso estoy tranquilo.
En ocasiones, te refieres a esa personalidad marcada como una losa.
La losa del artista y de la persona siempre es uno mismo. Como cualquier humano, estamos siempre intentando mejorar. Yo tengo una personalidad externadamente perfeccionista, y no lo digo como algo positivo. Me agota, es mi verdadera losa, tenerlo todo controlado en el cine y en la estética que yo represento.
Quizás este es el motivo del secretismo con el que has llevado el proyecto.
Cuando empiezo a rodarla, lo hago ya no solo de comprender la historia de la persona que tenía delante, si no porque había algo de historia que me tocaba también.
¿Qué es lo que más te llegaba?
El tema de los problemas de salud mental, que viven en los márgenes. Había algo que me interpelaba a mí personalmente. Yo hago cosas todo el rato porque tengo adicción al trabajo aunque no siempre se vea.
Como el libro que precede a esta película.
Totalmente, empecé a rodarla cuando el libro. Me compré una cámara que me obsesionaba, con ojo de pez. La historia me servía a mí y Moisés quería desahogarse. Dio su permiso legal para contarlo delante de una cámara. Creía que no me iba a atrever a contar algo tan crudo y tan real. Antes solo había hecho ficción. Sin embargo, cuando pasan los meses y años y yo investigo, me doy cuenta de que esa losa era algo superficial. Tenía que estar por encima la historia real que el que mi imagen se viese perfectamente pulida.
Es un verdadero reto cambiar de formato.
Hay muchos tipos de documentales, el cambio de formato no justifica el cambio de mi estética. Hay documentales increíblemente estéticos, el mío podría haber sido sobre ponis de color rosa.
Hay también presencia de planos que beben de tu estética anterior.
Vi la parte documental montada y la película me resultaba tan dura… Cuando escribo ficción es como si estuviese en frente de mi terapeuta, salen cosas que parece que no pueden salir de ahí. A veces digo: “Edu, te estás pasando”. Pero cuando veo la película me doy cuenta de que hay una parte que se tiene que contar de otra forma más amable y comprensible, como alivio al espectador y a mí mismo.
Esa parte más estética era para que se pudiese digerir mejor la película, aunque al final hace la película más perturbadora. He tardado 6 años en publicarla. Hay cosas que no hubiese hecho igual, o en otro color, pero las cosas son como tienen que ser y en ese momento tenía que ser así.
¿Cómo ha sido el proceso desde que llamas a Moisés?
Le busqué una primera vez, le pregunto por el rodaje y le voy grabando cuando él quiere. Gran parte de la película transcurre durante filomena o el COVID, precisamente cuando muchas personas estaban al margen. Va por etapas, yo cogía mi cámara solo, a veces me daba tiempo a llamar a la persona de sonido y otras veces no.
O sea que cámara en mano, con ojo de pez.
Es la primera película que produzco, dirijo, escribo y filmo. Lo del ojo de pez me interesaba por el miedo que tengo a la realidad, no quería rodar de una forma normal. Este recurso genera una especie de mirilla, como si el espectador mirase a través.
También porque el conflicto de Moisés sucede en su cabeza, con pensamientos completamente deformados, por lo que el formato en gran angular tiene mucho sentido.
Quieres que escuchemos más a la gente ubicada al margen.
Por protegernos, convertimos, sin querer, a muchas personas en invisibles porque no estamos preparados. Quitar la mirada del problema solo agrava el problema. La película permite sacar conclusiones sobre cómo los privilegiados podemos estar tan al margen de la realidad.