Avital Sheffer, de cerámica, vidrio y caligrafía
La cerámica, el vidrio y la caligrafía antigua, emplean principios estéticos universales que curiosamente también revelan aspectos íntimos de las idiosincrasias y necesidades humanas. Por eso, al vivir en Australia y poder absorber las influencias del paisaje y la luz, Avital Sheffer es capaz de ofrecer una perspectiva única, desde la que revaloriza su compleja herencia y la transforma en alfarería y conocimiento.
Esta artista, nacida en Israel, es una apasionada del mundo de la antigüedad, en sus diversidades y dicotomías. Compromete la investigación de su herencia judía y de Oriente Medio con el paisaje, la arquitectura, los idiomas y la sabiduría de esa parte del mundo y esa forma de ser. El resultado: fuertes formas en presencia y refinadas en detalle, que le han valido la membresía de la Academia Internacional de Cerámica.
Sus piezas son fácilmente reconocibles, por los bordes deshilachados de las mitologías y el lenguaje, donde tiene lugar el diálogo y la fertilización cruzada entre culturas. Las experiencias personales de conflicto, migración, dislocación y renovación se cruzan con los dilemas entre tradiciones y modernidad.
¿De dónde eres? ¿Cómo has llegado a ser una ceramista famosa?
Soy de Israel, por muchos años viví en Australia. Lo de ser famosa no sé… nunca había tenído la intención de serlo, solo quería hacer vasijas. Nada más terminar las clases de cerámica algunas galerías me ofrecieron representación y unas exposiciones individuales, llevaron mi trabajo a las ferias internacionales de arte. Luego, empezaron a adquirir mis piezas museos estatales y privados. Había suficiente gente que quería tener mis obras en sus casas así que he podido vivir de mi trabajo desde entonces.
¿Cómo es la escena artística en Australia?
Es muy enérgica y variopinta. Desde la disciplina más tradicional, dedicada a llenar mesas de vajilla utilitaria de primera calidad, hasta las expresiones escultóricas y más abstractas y conceptuales.
Al ser un país de inmigración masiva va llegando nuevo conocimiento, tradiciones, estilos y técnicas con los migrantes y sobre todo, dilemas y temas históricos, políticos y sociales. En general se percibe aquí el multiculturalismo como un tremendo recurso enriquecedor, así que la cerámica disfruta de estado de renovación continua y de la atención del publico. Además, tenemos excelentes colegios y asociaciones, congresos y conferencias. Es buen lugar para la practica de la cerámica, la única desventaja es la distancia geográfica que hace muy caro el envío de obras al resto del mundo.
¿Cómo lograste convertirte en miembro de la Academia Internacional de Cerámica?
La membrecía de esta organización se la consigue por recomendación de miembros de la Academia, tienen que demostrar los méritos del candidato.
Es una organización pluralista pero todavía existe un desequilibrio importante entre la presencia de artistas de países privilegiados y los de los desventajados. Es difícil ingresar para los artistas de países pobres o en vía de desarrollo. La organización tiene que buscar maneras de cambiarlo y con ello su imagen elitista.
Siendo afiliada a la UNESCO la Academia hace un trabajo importante de elevar el perfil y la relevancia de la cerámica en los países miembros. Los congresos y exposiciones brindan oportunidades de reunir y dialogar con artistas y educadores del ámbito mundial de la cerámica.
Tu trabajo se basa en una investigación de tu herencia judía y del Medio Oriente, ¿de qué modo podemos ver esta influencia?
La herencia hebrea, medio oriental, mediterránea se compone de muchos estratos y sedimentos, unos conscientes y otros ocultos. Estamos hechos de gentes que conquistaban una a otra, que se mezclaban, se influenciaban con sus culturas, mitos, tabús, lenguas. La arqueología, de hecho, lo expone literalmente: las piedras de una época se utilizan en la construcción de la siguiente, la tierra guarda las evidencias del camino complejo y sinuoso de la evolución y la identidad.
Creo que en mi caso las formas provienen del subconsciente y de aquello que está en la piel, en las superficies, allí deposito las frutas de la investigaciones, más bien deambulaciones en el mundo de la historia y la arqueología; la relación entre las lenguas semíticas y el hebreo, los documentos iluminados que tanto me fascinan y me hablan, el vasto archivo que nos dejó la cerámica antigua. Busco lo relevante en esto.
¿Qué cultura de la antigüedad es la que más te inspira?
¡Es una pregunta imposible de contestar! Pues, si me presionas diría que las culturas de la Edad de Bronce en el Mediterráneo Oriental, han dejado un legado impresionante que requiere mas de una vida para aprenderlo.
Asimismo, la Edad de Oro del Islam. Los moriscos sabían convivir, sintetizar conocimientos e intercambiar con otras culturas así que a la vez era la Edad de Oro del judaísmo. Una época fértil cuando el arte, las ciencias, la filosofía, la poesía se bailaban
El arte antiguo revela aspectos íntimos de la idiosincrasia humana, ¿el arte contemporáneo hace lo mismo?
El arte contemporáneo es un campo amplio y diverso, abarca todo; desde el arte que surge de las culturas tradicionales, lo político, social y spiritual y hasta la pura vanidosa egolatría. Una buena obra de arte siempre busca tocar lo más intimo y universal a la vez.
¿Cómo influye el paisaje australiano en tu trabajo?
Lo que principalmente influye es el espacio al aire libre. Tanto de la naturaleza como el espacio social y cultural.
El emigrar, el desarraigo le pone a uno en un estado permanente de ser un principiante, en estado de alerta con las raíces al aire. El bagaje de la historia lo lleva como un caracol con su casa a espaldas. Pero un país vasto de complejidad y belleza descomunal que además es acogedor y que te da el espacio para explorar es especial.
¿Cómo ha evolucionado tu estilo?
Desde el principio quería hacer vasijas con las técnicas de construcción a mano. Las vasijas me intrigan y me llenan, es una pasión sin explicación. Con el tiempo van evolucionando, cobran y pierdan tamaño, cambian de genero, adquieren siluetas y perfiles, atraen detalles. Son ovalas, así que no puedo usar la fuerza centrífuga para construirlas y es un desafío constante encontrar el equilibrio, la simetría y como salir de ella, las reglas de oro que conllevan el placer estético. He elaborado esmaltes y engobes que hacen de fondo para los diseños, al mismo tiempo que desarrollar los grabados. La evolución de la obra cerámica anda muy pausada, pues exige sinfín de experimentos e invenciones propias.
Y luego hay que entregárselo todo a los dioses del fuego que son los últimos árbitros. Es ir caminando al borde del fracaso y del milagro constantemente, te hace agradecida.
¿Cuál es el mejor aprendizaje que has obtenido de todos sus años en la creación artística?
Empalmar extremos y contrastes. Conciliar la meticulosidad con la espontaneidad, planear una obra, pero entonces aceptar que cobra una vida propia que a veces es mejor de la que tú le aportaste. Estar en el pasado y el presente a la vez y nunca dejar de hacer preguntas.
Sobre todo, poder reconocer lo que no funcione, lo que no posee algún valor que puede ser entendido por otra gente en un futuro. Poder devolverle a la tierra lo que no quiero dejar atrás. Ya tenemos demasiadas cosas y las mías tienen que ganar un merito como para seguir existiendo.
