La creadora francesa trabaja este material y alumbra piezas equilibradas, sorprendentes y siempre únicas que reclaman arquitectos e interioristas de todo el mundo.
Trabaja la cuerda y la trabaja con las manos porque “sé cómo hacerlo, porque debo hacerlo y porque, además, me lo piden”. ¿Cómo no hacerlo entonces? Véronique de Soultrait trabaja para el mundo desde su estudio en Lyon (sureste de Francia) rodeada de hilos y cuerdas de algodón, cáñamo, corcho, seda, cuero… Allí, entre todo tipo de materiales o muestras que se trae o le traen de viajes, y de recipientes dispuestos a acoger mezclas y tintes caseros, esta artista y artesana se pone manos a la obra. Nunca mejor dicho: con el recuerdo de las manos de su padre, un conde de manos heridas como un campesino, De Soultrait va dando forma a las piezas que salen de su imaginación. Sus murales, paneles, biombos, decoraciones de pared y otros objetos han llamado poderosamente la atención de interioristas y arquitectos. En ellos, prima la geometría y un profundo sentido de la estética y el equilibrio que contrasta con la sencillez de los materiales y la sorpresa de su tratamiento: “Me gusta lo que es muy manual, y aportar a este tipo de trabajo un elemento de ligereza, de improvisación. Dado el corazón, el rigor y la inversión que ponemos en cada producción, no necesitamos construir un discurso pretenciosos para nuestros clientes y socios”.
Entre remaches, martillo en mano y desde su banco de trabajo, De Soultrait explica cómo se desarrollan los procesos: “Experimentamos mucho, sin utilizar demasiadas herramientas. Y, sobre todo, hemos desarrollado pequeños secretos para garantizar la durabilidad de las piezas. ¡Funciona! En cualquier caso, siempre es emocionante empezar con una pequeña muestra y ver cómo se erige en una puerta de tres metros diseñada por Laura González para una boutique de Cartier. Es como un músico que crea una pequeña melodía en su
pequeño rincón y luego descubre que la cantan en la ópera. ¡Es muy intimidante!”.
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Texto: Pilar Gómez Rodriguez