Mezcla de disciplinas, pasión por la innovación, respeto (merecida veneración) por los artesanos. Una inspiración que proviene del acto creativo, de la excelencia y de la paciencia para permitir que los proyectos se desarrollen y crezcan en el tiempo. Vacheron Constantin parece la típica firma de relojera suiza, y lo es en algunos aspectos, pero en su filosofía de trabajo priman tanto la exactitud, el aprecio del propio legado y la atención al detalle como la creatividad, el entusiasmo y la consideración del arte como parte esencial de su estrategia. Apertura de mente para dejarse inspirar y conciencia de su propia historia para continuar siendo relevantes. Benjamin Clementine, Ora Ïto, Cory Richards, Yiqing Yin y la artista Zaria Forman son su vanguardia.
Por Íñigo de Amescua
Cae una leve lluvia sobre Ginebra. En el cielo se comienzan a abrir claros y las nubes dan paso a un sol que difumina las perezosas gotas de agua que se dejan caer por la estructura metálica de un ondulante edificio contemporáneo. El espacio aúna oficinas, talleres y toda la historia de una de las firmas de relojería más prestigiosas y longevas del mundo. Nada más traspasar las puertas de cristal y bajo un atrio monumental inundado de luz natural gracias a los enormes ventanales, destacan, con una humildad casi prosaica, dos antiguas mesas de trabajo realizadas con madera y metal. La sede de Vacheron Constantin, diseñada por el arquitecto Bernard Tschumi, es un reflejo y una declaración de intenciones de la firma suiza. Es un edificio moderno, racional, que mezcla diversos materiales en su estructura, que acoge toda la historia de la maison y que se adapta a las nuevas necesidades de una empresa en pleno siglo XXI. Un lugar que facilita que especialistas en diversas disciplinas puedan reunirse, desarrollar ideas, intercambiar puntos de vista. Apertura de mente para dejarse inspirar y conciencia de su propia historia para continuar siendo relevantes.
Vacheron Constantin, fundada en 1755, navega estos tiempos de tecnología casi desbocada con elegancia, orgullo por sus orígenes y un afán irrefrenable por seguir siendo relevante en su sector. Navegar los tumultuosos mares entre innovación y tradición no es fácil. Es necesario permanecer fiel a un legado casi inigualable y, al mismo tiempo, ser capaces de dejar espacio a la evolución, la adaptación a nuevos gustos y, sobre todo, seguir escuchando de cerca a tus clientes y hacer justicia a tu historia. Sandrine Donguy, entusiasta e ilusionada con este desafío, es su directora de marketing e innovación y una de las principales responsables de su estrategia. «Para mí el equilibrio entre innovación y tradición se fundamenta en una ecuación que tiene tres dimensiones. Por un lado, debemos ser muy conscientes de nuestra herencia. Somos guardianes de este legado. Es muy importante que en todo momento tengamos en consideración quiénes somos y de dónde venimos. Este es nuestro punto de partida. La segunda dimensión es tener en cuenta las necesidades de nuestros clientes y el conocimiento de las tendencias actuales. Debemos anticiparnos y pensar sobre aquello que aprecian las nuevas generaciones. Más versatilidad, más fiabilidad, más sostenibilidad, por ejemplo. Por último, tenemos que ser capaces de responder a estas expectativas novedosas sin poner nunca en compromiso la calidad. La cuestión es ser muy conscientes de estos fundamentos: nuestra posición en la historia de la relojería, nuestra propuesta para de cara al presente y conocer lo que buscan nuestros clientes».
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