En una parcela difícil, los arquitectos del estudio checo RDTH architekti compusieron una viviendas en tres bloques: el espacio doméstico propiamente dicho, con una singular cubierta-cordillera; un viejo molino al que no querían renunciar los propietarios, pues formaba parte de la memoria del lugar y de su propio pasado; y un ámbito híbrido conectando todo lo anterior y creando una interesante sucesión de exteriores e interiores.
Por Pilar Gómez Rodríguez
Un viejo molino se alza junto al arroyo. Estamos en la localidad eslovaca de Opatová (Trenčín-Opatová, para ser exactos) y una joven familia decide instalarse aquí. Decir “aquí“ es decir donde siempre porque las generaciones se turnan, pero han sabido preservar la memoria y el respeto por la labor de quienes trabajaron las tierras y hacían funcionar el molino. Sobre los gallineros, sobre los cobertizos donde se amontaban acaso herramientas y todo tipo de aperos, los arquitectos del estudio RDTH —Tamara Kolaříková y and René Dlesk— tenían que levantar una nueva casa. Esa construcción debía hablar el lenguaje de la contemporaneidad, pero entender el idioma del pasado e incorporar, a ser posible, algunas de sus palabras, sus acentos… Los nuevos cuerpos habrían de respetar los originales en materiales y formas, sin miedo a la actualidad y a las necesidades propias de esta época, como si aquí hubieran estado siempre.
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