Este 10 de abril de 2025 Random House publica «Terrestre», el nuevo libro de la escritora y ganadora del Premio Pulitzer 2024, Cristina Rivera Garza. Como es común en su trayectoria, esta obra se caracteriza por desafiar las fronteras de los géneros literarios, entre la crónica y el relato de viaje, las historias que narra se entretejen en recorridos a pie, en bus, tren o camión, de jóvenes que se desplazan por la superficie terrestre.

Para entender de dónde viene este relato, es necesario saber que Cristina Rivera Garza es una de las escritoras más importantes y reconocidas de la literatura contemporánea en español. Nacida el 1 de octubre de 1964 en Matamoros, Tamaulipas, México, ha desarrollado una carrera destacada como novelista, ensayista, traductora y académica. Estudió sociología en la UNAM y luego hizo un doctorado en Historia Latinoamericana en la Universidad de Houston, donde actualmente es profesora y dirige el programa Ph.D. en Escritura Creativa en Español.
Su interés siempre ha sido desmontar las formas tradicionales de narrar, por eso habla de la no ficción especulativa que ha aplicado en su obra. Garza mezcla ficción con archivo y suele abordar temas como la identidad, el lenguaje, el género y la memoria. Su obra es crítica, híbrida y difícil de etiquetar.
Por ejemplo, su libro «El invencible verano de Liliana» (2021) con el que se llevó el Pulitzer de No Ficción en 2024, recupera la historia del feminicidio de su hermana Liliana en 1990 a través del archivo de su protagonista para contar su historia y denunciar la violencia de género. Además, obras como «No me verás llorar» (1999) o «Autobiografía del algodón» (2020), en las que mezcla experiencias propias y comunes, la han dado a conocer.
Ahora, en el libro denominado «Terrestre», la autora aborda la experiencia del viaje como «arrojo, huida, exploración, deseo de perderse o aventura de volver» y además, logra mezclar presente, pasado y futuro incierto. Rivera Garza, a través de un narrador plural, habla de temas tan diversos como el deseo, la amistad, el amor, el peligro, la utopía, la violencia y el miedo que experimentan sus personajes.
Para el desarrollo de la trama, diversos jóvenes que son amigos, parejas o grupos, se convierten en los protagonistas de relatos diferentes, pero comunes, de viajes que no tienen un camino definido ni tiempo que los restrinja, más bien se conectan por la juventud y por el simple hecho de experimentar un viaje. De la península de Kenai a Cancún, y de la Sierra Tarahumara a Guadalajara, pasando por Irlanda del Norte y el medio oeste americano, «Terrestre» sigue a estos jóvenes y aborda su memoria confusa, mientras hace apología al movimiento literal y metafórico que se requiere al recorrer una amplía geografía.
En «Terrestre» se abordan distintas miradas, cada quien tiene un problema y un deseo distinto: hay quien viaja a una ciudad desconocida para recobrar un pasado semiolvidado, y están los que se pierden, los que llegan a un espacio negado queriendo dejar atrás la falta de esperanza, las que huyen del deber ser, las que no quieren detenerse, las que van hacia el peligro y aquellas para las que la aventura se asemeja demasiado a un cuento de terror.
Y es que el viaje y la sensación de voces comunes se asocia perfectamente a la prosa de Cristina Rivera Garza, en la que siempre se revela una autora para la que el acto de escribir está ligado a un constante deambular que deshace y rehace géneros y formas de contar, pero también a un lenguaje atravesado de experiencia, de voces, de memoria íntima y colectiva.
Por eso, la autora es capaz de dar cuenta del viaje y el movimiento, del yo, pero también del nosotros. Como ella misma lo ha declarado: «En la literatura no hay soledad. El lenguaje con el que trabajamos viene con historia de multitudes, con fricción, con turbulencia, con esperanza también, con luminosidad. Y todo eso no se construye a solas, todo eso forma parte del quehacer de muchos».

Para ella, esta concepción de un nosotros influencia profundamente su obra, pues ha afirmado que «un yo siempre necesita el nosotros, primero es el nosotros y después está el yo. […] La escritura es una práctica que forma comunidad, que nos puede conducir a establecer lazos cercanos y no digo que necesariamente armónicos, turbulentos a veces, pero lazos al fin, con el mundo».
Y así también lo ve la crítica. Por ejemplo, Liliana Colanzi describe la labor de Rivera Garza como «prodigiosa», en sus palabras: «Leer «Terrestre» es sobrevolar parajes sobrecogedores e inestables, que son también los territorios movedizos de la memoria, sabiendo que todos los caminos se recorren una sola vez y que “todo se está despidiendo siempre de cualquier manera”. Aquí el viaje es el vínculo y también la forma, transita el deseo, la rebeldía, la añoranza y el tiempo con recursos que enfrentan al lenguaje con su potencia política y su abismal intensidad».
Precisamente sobre el lenguaje con potencia política, la misma Cristina Rivera Garza afirmó en entrevista con Revista Lengua que siempre escribe por un nosotros para dejar una huella de experiencias compartidas que el poder intenta borrar: «Cuando Annie Ernaux ganó el Premio Nobel dijo algo con lo que me sentí completamente identificada. Dijo: “Escribo para vengar a los míos”. Pensé entonces, al escucharla, que es lo que yo siempre había hecho. Lo que sigo haciendo. Que es cierto. Hay una serie de experiencias, en el mundo, de razas, clases, grupos, que pasan dejando una huella que no atendemos, o que el poder busca borrar una y otra vez. Y sólo así puedo explicar lo que escribo».
A través de las 176 páginas de «Terrestre», el nuevo libro de esta escritora crítica y con una fluidez digna de reconocimiento, atrapará a los lectores ávidos de pensamiento y de experiencias que se sientan cercanas aunque sucedan en otras latitudes.