SEBASTIAO SALGADO
Por Yolanda Ormazábal
«Este libro está dedicado a todos los pueblos indígenas de la región amazónica de Brasil. Celebra la supervivencia de sus culturas, costumbres y lenguas. Es también un homenaje a su papel de guardianes de la belleza, los recursos naturales y la biodiversidad de la selva tropical más extensa del planeta ante las incesantes amenazas del mundo exterior. Les estamos eternamente agradecidos por dejarnos formar parte de sus vidas».
La emocionante dedicatoria de Sebastiao Salgado y Lélia Wanick Salgado, su compañera de trabajo y vida, editora de toda la obra del fotógrafo, también de Amazonia, su nuevo trabajo (Taschen), es una maravillosa declaración de amor que comienza a mediados de los años ochenta, cuando Sebastiao Salgado entra por primera vez en contacto con los Yanonamis, uno de los grupos étnicos más grandes de Brasil. “Me hacía muchas preguntas antes de reunirme con ellos –dice–. Pensaba que sería un contacto difícil. Eran hombres, mujeres, familias cuyos antepasados habitaban esos bosques desde hace milenios. Estaban muy lejos de mí, eran seres humanos muy diferentes a mi. ¿Cómo se relacionarían conmigo, y yo con ellos? Dos horas después de conocerlos, me sentía como en casa. Conectá con mi comunidad del homo sapiens. Sentí que ellos somos nosotros hace 10.000 años. Lo que era esencial para mi vida urbana en París era también esencial para un indígena que vive aislado en la Amazonia ahora. Esos indígenas somos nosotros hace 10.000 años. No hay diferencias. Aman de la misma forma que yo, tienen el mismo sentido de comunidad que yo, practican la solidaridad como yo. Comprobar todas estas cosas ha sido una experiencia muy fuerte, muy intensa en mi vida”. Cuando intento que me concrete en qué aspectos o cómo o de qué forma aquel primer contacto cambió su vida para siempre, Sebastiao Salgado me interrumpe porque sigue desarrollando su hilo de pensamiento, extrayendo fibras de emoción de lo más hondo de sí mismo y exponiéndolas con la vehemencia del que ve algo tan claramente que no sabe muy bien por que tiene que explicarlo pero que, a la vez, necesita compartirlo: “oiga”, dice (utiliza este apelativo muchas veces durante la entrevista, un “oiga” dulce y melodioso que te planta los pies en tierra firme). “¿Imagina ser testigo directo de la historia de la comunidad de los seres humanos?. Tenemos información de los orígenes del homo sapiens en el este de África; sabemos que migró hacia el sur, que luego se dirigió a Europa, a Asia Central, a Australia. Sabemos que la última glaciación convirtió el estrecho de Bering en un puente y que a lo largo de 20.000 años centenares de tribus indígenas originarias de Asia, con lenguas y orígenes distintos, lo cruzaron y se dispersaron por todo el continente Americano. Solo en la Amazonia brasileña viven 370.000 indígenas que pertenecen a 118 grupos y hablan 150 lenguas diferentes (hay comunidades que hablan más de una lengua), sin incluir en estas cifras los 114 grupos que jamás han sido contactados. Estos pueblos somos nosotros hace 10.000 años. No hay ninguna especie que pueda ser testigo de lo que fueron hace 10.000 años, solo nosotros tenemos el privilegio de saber quienes fuimos. ¿No es asombroso?”.
Desde aquel primer contacto con los Yanomamis han pasado casi 40 años. En los últimos 10, Salgado ha vuelto en numerosas ocasiones. “Quería saborear de nuevo la belleza sin igual de esta vasta región. Para mí es la última frontera, un universo misterioso donde la naturaleza se puede sentir como en ningún otro lugar de la Tierra. Quería también renovar mi vínculo –incluso podría decir, mi identidad– con los pueblos indígenas que cuidan del bosque con tanto esmero, tal como reconoce la constitución brasileña de 1985 que se promulgó después de la dictadura militar”, explica Salgado en el prólogo del libro. Y añade: “desde entonces, casi el 50% de la Amazonia se reserva para el uso exclusivo de las comunidades indígenas. Y sabemos que, en comparación con el daño sufrido por terrenos privados, parques nacionales y tierras públicas, en las reservas apenas se han producido incendios o deforestación. Sin ayuda externa, los grupos indígenas han preservado intactas esas reservas naturales”.
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Yolanda Ormazábal