
En el corazón de Tokio, Prada Aoyama se transforma en el epicentro de una experiencia inmersiva única con la exposición “Satellites”, una colaboración explosiva entre el aclamado director Nicolas Winding Refn y el visionario creador de videojuegos Hideo Kojima. Desde el 18 de abril hasta el 25 de agosto de 2025, esta innovadora instalación —impulsada por la Fondazione Prada y el estudio creativo byNWR— rompe los límites entre cine, videojuegos y arte contemporáneo, sumergiendo al visitante en un universo retrofuturista donde la conexión humana, la tecnología y la narrativa se entrelazan de forma hipnótica y profundamente emocional.
Pero algo se rompe —intencionalmente— con la aparición de seis televisores de diseño retrofuturista, casi como cápsulas o naves, con sus entrañas electrónicas a la vista: cables, placas, componentes que revelan no solo tecnología, sino también vulnerabilidad.
En el interior de estas pantallas flotan las imágenes de Nicolas Winding Refn y Hideo Kojima. No posan, no actúan: conversan. En inglés y japonés, con una cadencia pausada, se sumergen en una charla profunda y sin prisa. El espectador se convierte en testigo de esa conexión íntima, donde no importan los idiomas, sino las ideas. Hablan de creatividad, de identidad, de la amistad que los une, de cómo enfrentan la muerte y lo que queda después. Hay algo muy humano en verlos tan distintos y, al mismo tiempo, tan cercanos. Son dos satélites orbitando un mismo centro emocional.

La segunda parte de la instalación es igual de intrigante. En una habitación contigua, una pila de cintas de casete y un reproductor antiguo invitan a interactuar de forma más personal. Cada cinta contiene fragmentos de la conversación, mezclados con música, efectos sonoros y traducciones generadas por inteligencia artificial en distintos idiomas. Lo que se obtiene no es una versión definitiva, sino una interpretación única, fragmentada, moldeada por el visitante. Es una especie de collage sonoro que permite reconstruir el diálogo a nuestra manera, casi como si estuviéramos armando una historia propia con las piezas de otros.
Lo más potente de todo es cómo el proyecto logra mezclar lo tangible con lo inmaterial, lo analógico con lo digital, sin forzarlo. Hay una tensión constante entre lo que está presente y lo que ya no está, como si la instalación misma funcionara también como un recuerdo o un sueño. Lo físico —los muebles, los objetos— ancla la experiencia, mientras que las voces, las imágenes y los sonidos la expanden hacia otra dimensión. Y es precisamente en ese espacio entre una cosa y otra donde sucede la magia.


Se nota que ambos creadores comparten una visión sobre el futuro de la narrativa. Refn, con su estilo visual inconfundible, siempre ha llevado el cine a lugares incómodos, lentos, hermosos. Kojima, por su parte, ha sido pionero en construir videojuegos que son tanto experiencias lúdicas como existenciales. Y aquí no se trata solo de cruzar disciplinas, sino de borrar esas fronteras por completo. En sus propias palabras, no es difícil imaginar un futuro en el que el cine y el videojuego dejen de ser géneros separados y se conviertan en un mismo lenguaje. Lo que antes era colaboración, ahora se siente como simbiosis.
Más allá de lo conceptual, hay un aspecto emocional que resuena mucho. La exposición no busca respuestas claras, sino generar sensaciones. Hay momentos de silencio, de contemplación, de extrañeza. Y en medio de todo eso, una sensación profunda de compañía. Como si, al escuchar a estos dos creadores hablar con tanta honestidad, también estuviéramos reconectando con algo esencial en nosotros.
En un mundo hiperconectado, pero a veces desconectado de lo verdaderamente importante, este proyecto propone una pausa. Una forma diferente de relacionarnos con el arte, con la tecnología, y con los demás. No es una exposición para ver con prisa. Es un lugar al que hay que entrar con tiempo, con curiosidad, y con los oídos bien abiertos. Porque, al final, lo que queda no es una imagen ni una frase, sino la sensación de haber estado en órbita junto a ellos, aunque sea por un rato.
