Sarah Moon: “Lo que a menudo se describe como ‘onírico’ en mi trabajo es un verdadero desprendimiento”

La fundación Foto Colectania expone en Barcelona una extensa muestra del trabajo de la fotógrafa y cineasta francesa Sarah Moon. Velos, distorsiones, movimiento, temblor… Todo lo que transmita la impresión de una realidad inasible, etérea, está presente en las imágenes de una artista que eligió el desprendimiento de la realidad como vía para reflejarla.

Por Pilar Gómez Rodríguez

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“Existe lo real y la realidad. Lo real es objetivo, la realidad es subjetiva. La cuestión sigue siendo: ¿me desprendo de ella o no? Yo aún no he encontrado una respuesta, pero creo que lo que a menudo se describe como ‘onírico’ en mis fotos es un verdadero desprendimiento”.

No habla demasiado la fotógrafa y cineasta francesa Sarah Moon. No se extiende en explicaciones, tal vez para no dañar lo más precioso que guardan sus obras: el misterio. Dice que no ha encontrado la respuesta al dilema que impregna su trayectoria, quizá compartida con tantos otros colegas: ¿retratar la realidad o recrearla, reproducir o inventar? Para dilucidar la cuestión es necesario detenerse en la palabra clave que da la propia Moon: desprendimiento. 

Desprenderse más o menos o cómo o en qué grado de lo que está al otro lado de la cámara es la manera en la que esta fotógrafa ha ido construyendo su singularísima carrera. Tan singular que empezó sin cámara, en la década de los 60 del pasado siglo, posando como modelo delante del objetivo. Detrás siempre, casi siempre, había hombres. Pero un día eso cambió y se dio la vuelta: Sarah Moon agarró la cámara y comenzó a disparar, a retratar a mujeres que estaban donde ella había estado hasta hacía no mucho: “No tenía ninguna idea preconcebida de lo que quería representar. Fotografiaba a mis amigas modelos para sus books. Esa experiencia continuó cuando me convertí en fotógrafa y creó esta complicidad que siempre he tenido con las modelos, ellas tienen el papel principal en la fotografía de moda. Estábamos juntas entre bastidores”, explica para White Paper By. Era una compañera fotografiando a las compañeras y eso era algo muy poco habitual, inaudito casi. Los fotógrafos tenían objetos al otro lado del objetivo. Sara Moon habla de complicidad y de estar juntas. Un lenguaje distinto en las palabras, que llegaba hasta las imágenes. Pese a todo, a la pregunta sobre si los hombres retratan distinto a las mujeres que las propias mujeres contesta: Hay diferentes maneras de ver las cosas. Creo que este es un ámbito en el que no se pueden hacer generalizaciones”.

Ha nacido una fotógrafa

Pero en aquella época Sarah Moon no era todavía Sarah Moon. Estaba en plena transformación y la cámara iba a ser su crisálida. El proceso no comenzó con una oruga convertida espectacularmente en mariposa: en su caso, la belleza alumbró y multiplicó más belleza con la cámara de por medio. Fue orgánico, natural. Todavía era Marielle Varin –el nombre que recibió al nacer, en 1941– y todavía era modelo cuando “por casualidad, hice una foto para el Express, con poca antelación, ya que el fotógrafo estaba enfermo. Tuve que firmar, y con la complicidad del periódico, preferí ponerme otro nombre. Fue el que quedó cuando empecé a ser fotógrafa”. Completada ya la metamorfosis, Sarah Moon comenzó una trayectoria extraordinaria. Lo primero que hizo, en los setenta, fue revolucionar las imágenes del mundo de la moda. Demostró que esas series se podían hacer de otra manera y que aquellas mujeres, además de ser fotografiadas para el mundo exterior tenían también un mundo interior que no se podía desdeñar. Había que indagar por ahí. Había que sacarlo. Experimentar… Salieron imágenes, en blanco y negro las más de las veces, y, en menor medida, en color. Imágenes que rebajaban la dosis de sensualidad y multiplicaban el misterio y los significados. Pronto  llamaron la atención de la industria de la moda y la publicidad y Sarah Moon empezó a trabajar con marcas icónicas: Cacharel, Chanel o Dior quisieron acompañar a la autora a la búsqueda de esa atmósfera que estaba consiguiendo recrear. 

Llegaron luego proyectos personales, publicaciones y libros donde Sarah Moon plasmaba, en ocasiones, el gusto por los cuentos infantiles de Perrault o Andersen. Unas narraciones fieles tanto a la crudeza original como a la ternura más habitual, a las que se unían la contemporaneidad soñolienta, un tanto nostálgica característica de su obra. 

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Sarah Moon Autoportrait