Dos nuevas esculturas de Rodin en el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza

Las esculturas de Rodin pertenecen a la colección privada de Francesca Thyssen-Bornemisza, quien las ha prestado al museo. Pueden verse ya en la sala Rodin, en la primera planta, dentro del recorrido por la colección permanente.

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El Museo Nacional Thyssen Bornemisza adquiere el prestamos de dos esculturas de Auguste Rodin. La baronesa Francesa Thyssen-Bornemisza fue quien ha concedido al Museo Nacional Thyssen-Bornemisza el préstamo a largo plazo de dos esculturas de Auguste Rodin de su colección particular.

Las esculturas representan La muerte de Alcestes y Una joven confiando su secreto a Isis. Ambas pueden verse ya en la sala Rodin, en la primera planta del museo, y se suman a los otros cuatro mármoles del autor francés que forman parte de la Colección Carmen Thyssen, expuestas en la planta baja. Todas ellas fueron encargadas al propio artista por August Thyssen (1842-1926), abuelo del barón Hans Heinrich Thyssen-Bornemisza, convirtiéndose en el punto de partida del coleccionismo artístico de la familia. 

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Poco después de adquirir el Schloss Landsberg en 1903, el empresario alemán August Thyssen decidió encargar al escultor Auguste Rodin un conjunto de siete esculturas para ser instaladas en el denominado «jardín de invierno» del castillo, estableciendo a partir de entonces una estrecha relación epistolar con el artista francés. La instalación en la denominada sala Rodin del museo recrea de alguna manera esa ubicación original para la que fueron realizadas las esculturas. 

Salvo una de ellas, que acabó en manos de otra rama de la familia, este conjunto de esculturas fue heredado sucesivamente por el hijo de August Thyssen, Heinrich (1875-1947), y por su nieto Hans Heinrich (1921-2002), los verdaderos creadores de la colección que hoy conocemos y que en su mayor parte alberga el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza de Madrid. 

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El escultor francés Augusto Rodin (1840-1917) alcanzó un importante prestigio internacional a raíz de la gran retrospectiva dedicada a su obra en un pabellón de la Exposición Universal de París en 1900. Su atención al cuerpo humano o su forma de trabajar a través del modelado, para posteriormente ser tallado en mármol por otros, ilustran su apego a la tradición escultórica. 

Simultáneamente, el abandono del vocabulario tradicional de símbolos alegóricos, el contenido muchas veces erótico, o el modo de penetrar bajo las apariencias externas, llevaron a su escultura mucho más allá de su tiempo y algunas de sus obras estuvieron rodeadas de polémica.