Por Carlos Megía
No es habitual encontrar a Jimmy Nelson en su casa, pero hoy es una excepción y se muestra contento. Lo cierto es que lo estará por unas pocas horas, ya que al día siguiente cogerá un vuelo para viajar hasta Bután y continuar así con sus casi cuatro décadas de ilustre carrera sumergiéndose y retratando a los pueblos y comunidades más recónditas del planeta Tierra. Su nuevo proyecto, llamado Middle Kingdoms y centrado en los países de Oriente Medio, prorroga su búsqueda incansable por encontrar la belleza humana y su relación seminal con la naturaleza circundante, redefiniendo el sentido de riqueza a través del arte, de la fotografía y de una narración siempre única. A los 55 años, el celebrado artista británico está dispuesto a que cada nueva imagen tomada por su cámara analógica marque la diferencia, erigiéndose en un poderoso manifiesto de su forma de ver el mundo. Pero hoy, al menos solo hoy, está en casa y se congratula de la mejora del tiempo tras un largo invierno. “Ámsterdam no es el lugar con mejor clima del mundo, pero hoy el sol brilla y el cielo es azul. Estoy feliz de estar aquí”.
¿Cuál fue el detonante a la hora de apostar por Middle Kingdoms como tu nuevo proyecto?
Además de mi curiosidad insaciable, me motiva mi profunda pasión visual por la cultura humana. Quiero enseñar esta cultura, hablar sobre ella y convertirla en arte sin importar el color, la raza o el lenguaje. Todo está cambiando muy rápido, en el mundo desarrollado estamos a punto de saltar al metaverso y se nos ha hecho creer que lo digital es nuestra solución. Sin embargo, yo creo que debemos mantenernos en el mundo humano y la mejor manera de hacerlo atractivo e interesante es con una historia que contar.
¿Y por qué has elegido Oriente Medio?
Es una parte del mundo muy rica a nivel cultural, pero que en los últimos cuarenta años hemos abandonado, sobre todo por codicia y razones económicas. Estoy tratando de descubrir qué queda de su herencia cultural y de la belleza humana en países que hemos ignorado durante demasiado tiempo, desde Pakistán a Afganistán pasando por Irán, Irak, Jordania y Omán.
¿Crees que hoy en día eres un artista distinto? ¿Conoces mejor tu propio arte?
Cuando uno cumple años se hace más sabio y comienza a conectar los puntos. De joven tenía muchas ganas de ver el mundo, pero no entendía de dónde procedían esas ganas. Ahora tengo un mejor entendimiento de mí mismo, de mis experiencias y de por qué uso la cámara como artista. Con este proyecto quiero hacer toda una declaración de intenciones. Durante los diez próximos años quiero decir todo lo que pienso sobre la condición humana.
En tu infancia recorriste el mundo con tu padre geólogo y experimentaste la libertad a todos los niveles.
Tuve dos infancias desarrollándose en paralelo. Hasta los siete años, viajé muchísimo y viví en África, Asia o Sudamérica. De aquellos años recuerdo sentirme libre, seguro y ser bienvenido en cualquier sitio. Pero después me enviaron a un internado en el Reino Unido regido por curas católicos y jesuitas. Allí me dijeron que no iba a ser capaz de leer o escribir, que era estúpido, disléxico, autista… Esa gente hizo que me odiara siendo un niño. A los 16, por una reacción nerviosa al estrés que me causaban los secretos de mi pasado, perdí todo mi pelo. En mi interior me sentía horrible y eso acabó exteriorizándose en mi aspecto.
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Carlos Megía Sánchez