P.M. ALBA

Al saber se llega a través de la experiencia, y la mejor forma de presentar a P. M. Alba (Barcelona, 1966) es hacerlo como él mismo desea, mediante su viaje.

Por Jesús Castaño

Las escuelas pueden haber tenido una importancia relativa en su formación, pero en este momento mirando atrás, lo que realmente le ha forjado en su trabajo son los lugares en los que ha vivido. Su periplo ha sido nacer en Barcelona, crecer en Canarias, educarse en Alemania y madurar en Italia. Por eso siempre piensa que lo que realmente le ha marcado son las diferentes luces de los lugares que ha amado: la claridad blanca de su Barcelona natal y la azul que baña las Islas Canarias, la penumbra de Alemania y la luminosidad dorada de Italia. Desde muy joven vivió en Alemania, allí fue a la universidad, y fue con ojos alemanes como descubrió Italia, un viaje a Italia de los románticos del norte en toda regla. El contraste de pasar de una luz plomiza tipo Friedrich a la luz de Piero della Francesca, esa revelación es lo que realmente le cautivó. Venía de Stuttgart impregnado por la Bauhaus y se encuentra con Leonardo, con Pompeya. Es en esos contrastes y en esa tensión por donde transita, fusionando ambas corrientes –apolinio-dionisiacas– que a la vez resuenan con sus raíces mediterráneas y atlánticas. 

Más tarde, al volver a España se encargó de la edición y del diseño del catálogo razonado de pintura flamenca del Museo del Prado, publicación que recibió el premio al mejor libro editado por el Ministerio de Cultura. En Madrid se produce otro hito importante, y es que durante tres años tuvo que visitar a diario el Museo del Prado. Esa fue una gran escuela, se empapó de historia del arte y de los grandes maestros, conocimiento que le llevó a editar y diseñar «Van Dyck en España» con otro premio, esta vez el Premio Unión Europea de Patrimonio Cultural / Premio Europa Nostra.

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