Texto por: Carmen Cocina
Dicen que de casta le viene al galgo, y Miren Arzalluz es el mejor ejemplo de ello. Tan firme en su identidad nacional como en su interés por otras culturas, esta vasca de pura cepa ha cimentado su aproximación a la divulgación de moda sobre su formación en Historia y Ciencias Políticas y la puesta en valor de la multiculturalidad que su padre inculcara en ella desde niña. La flamante directora del Palais Galliera, uno de los museos de moda más veteranos y reputados del mundo, hace balance de sus cuatro años al frente de esta institución y del camino que la ha llevado hasta allí.
Miren Arzalluz (Bilbao, 1978) siempre ha sido una mujer inquieta. Criada en el seno del conflictivo panorama sociopolítico del País Vasco en los años 80, la sensibilidad hacia la Historia y la política que marcan su singular enfoque de la investigación y divulgación de moda se enraiza en su propia historia: su padre, el líder del PNV Xabier Arzalluz, le transmitió desde su más tierna infancia un profundo conocimiento de la lengua y la cultura de su región. Su avidez por ahondar en el conocimiento de distintas lenguas y culturas se materializó ya en su época universitaria, a través de la beca Erasmus que la llevó a Escocia. Desde entonces, esta intrépida y curiosa mujer no ha dejado de moverse: de Bilbao a Londres, donde descubrió su pasión por la moda en su sentido más académico, y de ahí a Amberes y vuelta a País Vasco para recalar finalmente en París, donde dirige el reputado Palais Galliera desde hace ya cuatro años. Un periplo tan fructífero en lo cultural y lo personal como en lo profesional, en el que se han sucedido en su currículum nueve publicaciones divulgativas e instituciones tan prestigiosas como el Victoria & Albert Museum, el Kensington Palace, el Mode Museum de la mencionada ciudad belga o la Fundación Cristóbal Balenciaga, donde consiguió la proeza de crear el Museo Balenciaga en la localidad de Guetaria. Elegida en concurso público para recoger el testigo de Olivier Saillard y elevar el Palais Galliera a una nueva dimensión, Miren Arzalluz puede hoy vanagloriarse de haber liderado la reconstrucción del museo y articulado una colección (casi) permanente que hará que de ahora en adelante los visitantes del museo puedan disfrutar no de una, como venía siendo costumbre desde su creación en 1997, sino de dos gloriosas exposiciones cada vez que decidan adentrarse en él. Desde su despacho en el centro de París, a escasos pasos del Sena, una Miren elocuente y radiante se explaya largo y tendido ante nuestro afán por saber.
¿Cómo y cuándo nació tu interés por la moda?
Siempre me ha interesado, pero en el sentido de querer dedicarme a ella es bastante tardío. Yo estudié Historia y me considero historiadora, investigue lo que investigue. Al final de mi carrera en Bilbao me centré en la rama de Relaciones Internacionales y Política y me fui a trabajar en un think tank de Londres con una beca del British Council, a lo que siguió Global Dimmensions, un proyecto de investigación de la London School of Economics. Ahora lo siento como otro mundo, ha pasado mucho y poco tiempo a la vez. Tras el 11-S el mundo cambió mucho y se planteó la gobernanza global, cómo hay asuntos que atañen a todos los estados y que deberían abordarse de forma colectiva. Inmersa en ese concepto de globalización, decidí hacer un master en Política Comparada centrándome en la resolución de conflictos, lo que enlazaba con mis preocupaciones como vasca dada la ruptura social y política que vivíamos entonces. Se trataba más de una necesidad de compromiso resolutivo que de una pasión intelectual. Durante todo ese tiempo en Londres descubrí la moda como una disciplina en la que podría desarrollarme profesional, académica e intelectualmente. Y me atrapó. Por aquel entonces no había muchos lugares en el mundo con una concepción académica de la moda, que la valorara intelectual y culturalmente. París es la meca de la moda a nivel industrial, pero Reino Unido y Estados Unidos fueron los primeros en verla como una disciplina. En veinte años eso ha cambiado radicalmente y cada vez hay más profesionales en la investigación, el comisariado y la conservación de moda. En Londres vi exposiciones que jamás habría imaginado y muchas publicaciones sobre Historia de la moda. Encontré un máster en Historia del vestido en el London Institute of Art y decidí jugármela, sin saber muy bien qué rédito profesional podría sacarle, pero pensando que era el principio de algo nuevo. Y así fue.
Diste tus primeros pasos en divulgación y conservación de moda en el Museo Victoria & Albert de Londres y, poco después, en el Kensington Palace. ¿Cómo recuerdas esa experiencia y qué es lo más importante que aprendiste para el desarrollo de tu trayectoria?
Es un museo ejemplar. Su departamento, las colecciones, la investigación y las exposiciones de moda siguen siendo un referente para mí. No fue mucho tiempo, pero me permitió adquirir experiencia cuando carecía de ella. El centro donde cursé el máster es muy prestigioso y tiene una importante red profesional con todos los museos del país, y no era especialmente difícil conseguir uno o dos meses de prácticas en…