ÍNTIMO Y PERSONAL

Por Carmen Lanchares

Con su particular enfoque de la perfumería, Sergio Momo ha redefinido la creación de perfumes como una experiencia artística que celebra la creatividad y la calidad para potenciar la individualidad de quien lo lleva. Desde los frascos, de manufactura artesanal, hasta la calidad de los materiales y los ingredientes de las fragancias, naturales, raros y preciosos, cada detalle se combina para ofrecer una experiencia olfativa que trasciende lo convencional. Acercarse a un perfume Xerjoff es iniciarse en un universo multisensorial

Xerjoff Alexandria STILL RGB 1

Su nombre se pronuncia en voz baja, como un secreto que solo comparten los eruditos en una materia. No sigue los cauces habituales del marketing de tendencias ni pretende conquistar a una legión de consumidores movidos por celebridades. De hecho, al principio de todo, ni siquiera hubo un plan de negocio. El primer perfume Xerjoff fue, simplemente, la materialización de la pasión de Sergio Momo por la perfumería y su peculiar visión de esta. De eso hace casi 20 años…

En aquel entonces, Momo contaba ya con una exitosa carrera, en Italia y Reino Unido, en el diseño del branding corporativo para grandes marcas. En paralelo, y a modo de hobby, quiso explorar el mundo de la perfumería. “Pero era solo una prueba. Quería crear un perfume vinculado a un concepto de materia, diseño y olor, con una ausencia total de elementos sintéticos en todo el proceso, desde la fragancia hasta el packaging. Fue una pequeña apuesta personal, sin ningún deseo ni ambición de convertirlo en negocio”. 

Concebida como una joya que rezumaba lujo, en la esencia y en la forma, su primera creación (en realidad fueron dos, Homme y Elle, recientemente relanzados con motivo del decimoséptimo aniversario) combinaba la nobleza de los ingredientes del perfume, un frasco diseñado con piedras semipreciosas naturales, talladas y pulidas a mano, y una caja de ébano forrada en su interior de terciopelo natural. Pero aquel primer coqueteo de Sergio Momo con la perfumería estaba destinado a destacar. Hoy, 140 perfumes, 12 colecciones y 17 años después, Xerjoff está en 138 países y se ha consolidado como un referente en el mundo de la perfumería artística, cautivando a quienes entienden que un perfume es mucho más que oler bien. Su filosofía: crear una experiencia multisensorial que susurra historias y despierta emociones. 

¿En qué momento Xerjoff pasa de ser un experimento para convertirse en un negocio de perfumes? 

Al principio fue un ejercicio puramente personal. Todo cambió cuando me invitaron a una convención de diseño en Moscú y me sugirieron llevar también los perfumes. Dudé, porque para mí eran joyas con perfume en su interior, pero finalmente accedí. Allí, una colega rusa me conectó, a través de un familiar, con un distribuidor de perfumes armenio. Interesado, me preguntó por cuánto los podría vender. Sin haberlo calculado bien, respondí que no menos de 12.000€ o 15.000€ cada uno, ya que eran joyas. Sin inmutarse, me pidió al menos treinta para vender en sus tiendas. Pero yo solo tenía esos dos…

Desconfiando un poco, le pedí un depósito antes de comprometerme a producir más unidades. Entonces puso un maletín lleno de dinero frente a mí. Pero yo quería hacerlo de una manera formal. Así que, de regreso a Italia, tuve que crear una empresa en solo dos días para enviarle la factura. Pagó de inmediato y a partir de ahí comencé a producir para el mercado ruso. Así nació Xerjoff, cuyo nombre es la combinación de dos apelativos, Joff, el apodo que me daba mi abuela yugoslava, y Sir, como me llamaban en broma cuando vivía Londres.  

Seis meses después, me llamó: había que adaptar el concepto porque sus tiendas no tenían licencia para vender joyería, solo perfumes. Manteniendo los valores (productos naturales y sensoriales, de artesanía italiana) creamos unos frascos lujosos y hermosos, pero más ‘convencionales’.  Y este ajuste marcó el verdadero inicio del éxito de Xerjoff.

¿Por qué cree que el perfume debería ser una expresión artística?

La historia del perfume me ha inspirado siempre y especialmente el trabajo de los perfumistas de los siglos XVIII y XIX, en pequeños talleres donde formulaban perfumes para sus distinguidos clientes, incluidas familias reales, y los presentaban en frascos de cristal, como los de Murano, según el arte de los maestros vidrieros de la época. El perfume no solo debía oler bien, sino también ser visualmente hermoso para integrarse en las habitaciones de sus refinados destinatarios. No existía aún el concepto de marca, pero sí una idea multisensorial donde la materia debía ser muy bella, cristal; el diseño muy bonito y, obviamente, el perfume muy bueno.

Esta visión artística se perdió con la llegada de la perfumería moderna, centrada en la producción en masa. Mi objetivo ha sido siempre devolverle aquella dimensión artística. Somos como una pequeña galería de arte, con obras de inspiración propia, no condicionadas por estudios de mercado. Buscamos sorprender y emocionar a nuestros clientes mediante la creatividad y la calidad, pero también utilizando materias primas naturales y prácticas de upcycling. Esto garantiza un perfume exclusivo y valioso así como un impacto ambiental positivo.

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