Será su exposición más grande hasta la fecha. Con más de 400 obras, abarcando siete décadas y ocupando los 7.000 metros cuadrados de la Fondation Louis Vuitton en París, la exposición David Hockney, 25 traza una inusual incursión en el universo de uno de los decanos del arte moderno.
Por: Laura García del Río
Atrajo la mirada del mundo del arte por primera vez en los 60, y no la ha dejado ir desde entonces. Prolífico como pocos, y versátil como aún menos, David Hockney ha sabido mantener el interés candente, y la creatividad dispuesta. Pocos artistas han experimentado con un crisol de técnicas, medios y soportes como el suyo.

Están los cuadros de piscinas, palmeras y bañistas angelinos –dos de sus grandes amores– con las que saltó a escena cuando el figurativismo se antojaba demodé –casi rancio– y la abstracción se entronaba como el medio favorito para tratar las cuestiones del arte elevado. Se adentró en la escenografía con El progreso del libertino del Festival de Glyndebourne primero, el Tristan und Isolde de la ópera de Los Ángeles y el triplete de Stravinsky en la de Nueva York después. En los 80 empezó a jugar con Polaroids, capturando rostros, paisajes y bodegones que articulaba en collages sin un hilo conductor aparente. El nuevo cubismo, lo llamaron. Después llegarían los faxes, las fotocopiadoras y las cámaras de video.

PULSA AQUÍ para leer el texto completo.