Después de su paso por los festivales de Locarno y Sevilla, Espíritu Sagrado, la ópera prima de García Ibarra, llega a salas el 26 de noviembre.
Hay muchas maneras de hacer cine de ciencia ficción, pero la de Chema García Ibarra (Elche, 1980) es diferente. A caballo entre el retrato documental y los programas esotéricos de investigación, el director ilicitano introduce con su primera película, Espíritu Sagrado, los misterios ufológicos y las desapariciones que tienen lugar en Carrús, un barrio obrero de Elche.
Aunque el rodaje ha tenido lugar precisamente allí, donde García Ibarra nació y aún vive, esta semana se ha desplazado al Festival de Mar de Plata (Argentina) para la promoción de esta, su ópera prima, una obra que ha tardado siete años en ver la luz. Como tantos otros cineastas, primero tuvo que dar a conocer su especial universo creativo con distintos cortos– El ataque de los robots de Nebulosa-5, Protopartículas o Misterio, entre otros– galardonados y aclamados por la crítica en festivales de la talla de Sundance, Cannes o la Berlinale. Todos ellos, muestra de ese estilo propio que el director ha ido forjando en un acercamiento al realismo cósmico, que él mismo define como hacer “ciencia ficción doméstica”. Sus herramientas: un amateurismo deliberado y la cámara estática de Ion de la Osa, director de fotografía habitual de Ibarra.
Con un inquietante arranque que deja al espectador desubicado, Espíritu Sagrado transmite una curiosa incomodidad que se mantendrá hasta el final del metraje (de 16mm, en ocasiones 35 mm). Comienza con la dulce Vero (Llum Arqués) dando una exposición en clase sobre adoradores del diablo. Sórdida y hasta inverosímil, la niña de 4 años hace que el espectador pase de reír a quedarse tan congelado como el objetivo. Su hermana gemela, “La Vane”, una niña idéntica a la que acaba de robarnos el corazón, ha desaparecido.
“¿Te acuerdas de ese famoso caso de secuestro en Portugal? Lo que no cuentan es lo que haces si te desaparece la hija y no eres rico” se jacta su madre Charo (Joanna Valverde), que solo puede apoyarse en su extravagante familia: su madre, Carmina (Rocío Ibáñez), es una reconocida vidente que, mientras ha visto sus capacidades mermar por el Alzheimer, ha adquirido una extraña adicción por rodearse de animal print de leopardo. El tío de las niñas, José Manuel (Nacho Fernández), ha heredado esa excentricidad decorativa que lleva tan a gala como su fe dogmática en las abducciones del pasado. Además de regentar una cafetería plagada de motivos del antiguo Egipto, acude a sus reuniones semanales de la asociación Ovni-Levante, que tienen lugar en la agencia inmobiliaria Inmo-Galaxia de su líder, Julio (José Ángel Asensio). A su fallecimiento espontáneo, José Manuel deberá tomar las riendas de la asociación y de los asuntos paranormales que se traían entre manos.
Todo resulta surrealista y a la vez un poco tenebroso dentro de este pintoresco grupo interpretado por actores “no usados antes” con “acentos con una intención humorística,” que habitan aquellas “calles donde no se han rodado antes.” Pero es que García Ibarra nunca ha tenido la intención de contar una historia al uso, sino más bien ofrecernos un retrato kitsch de su Elche natal con la máxima naturalidad marciana posible.
¿Cómo afrontas el panorama promociones?
Es una novedad para mí (risas) este mundo de … lo que he hecho anteriormente no se ha movido en estos círculos de cine. Lo estoy viviendo con cansancio pero también curiosidad.
Sí, claro, porque un largometraje ya es otra cosa.
Sí, y dependes de la distribuidora.
¿Te sientes ya ahora salvado del vacío al que os arrojáis los que queréis ser cineastas?
Me siento muy acompañado, más aun cuando he hablado con otros directores amigos y me cuentan historias de terror de productores y distribuidores. Yo tengo mucha suerte, los míos son fantásticos y me han acompañado en todo el proceso.
¿Ha habido algún momento en el que quisiste abandonar tu carrera?
No, yo siempre que he querido hacer una película la he hecho. Hasta ahora ha sido fácil, los cortometrajes los he producido yo. Y al hacer el largometraje, todo el proceso de financiación ha sido fácil. Ayudaba que yo tenía los cortos anteriores, todos de un estilo muy concreto. Entonces, era muy fácil explicar la película enseñándolos.
¿Se podría ya hablar de que tienes un estilo propio?
Yo tengo cuatro cosas que me interesan y me interesan mucho.
¿Cuáles?
Estar en una especie de ambiente documental, en un barrio de una ciudad española determinada, con sus características. Insertar en mitad de eso conceptos de ciencia ficción, que es lo que me interesa. Todo de repente muy cósmico en medio de un barrio obrero de Elche.
¿De dónde procede el gusto por lo cósmico?
La ciencia ficción siempre me ha gustado mucho, desde adolescente. Por otro lado, también el retrato documental de lo que me rodea. Sobre todo, porque creo que es algo no demasiado visto en el cine, ¿no? Siempre se ven las mismas calles y las mismas personas con el mismo tipo de ropa. Por eso, por un lado, me interesaba mucho nutrir mis películas de esa riqueza cultural que son las calles donde no se han rodado antes, actores no usados antes, acentos con una intención humorística. Por otro lado, la obsesión por la ciencia ficción. Y un día dije: “y estas dos cosas, ¿por qué no las combino?”
Pero el tuyo es un género muy alejado de la ciencia ficción
Sí claro, utilizo la ciencia ficción combinada con lo opuesto. Me gusta llamarlo “ciencia fcción doméstica”
La historia lleva mucho en tu cabeza, pero el guion ha tardado años en estar completo.
Es que es muy complicado, todo tiene que ver con todo, el final tiene que ver con una cosa que ha pasado al principio, aparecen personajes a la mitad… La escritura fue como de thriller. Luego está el tema de que a mí me gusta trabajar con actores no profesionales y eso implica que cuando estoy escribiendo sé quien lo va a interpretar. No puedo escribir cosas como “este personaje tiene un ataque de ira” o que alguien se entusiasme. Tengo que resolverlas de otra forma.
La actuación de Nacho es impecable al parecer indescifrable la mayor de las ocasiones ¿ha sido fruto de la inexperiencia o era la idea buscada?
Puede ser, estaba buscado. También la humanidad tan fuerte que tiene, con unos ojos muy especiales, una voz fantástica…Le ofrecí tener el guion completo o solo las secuencias de su personaje y prefirió esta última versión, para saber lo mismo que su personaje. Eso ayudó bastante, su interpretación fue súper pura.
Llama la atención la decoración de su bar. Leonor Díaz se ha encargado de la dirección de arte, ¿tú solo le pediste un bar egipcio o has metido mano?
Yo simplemente introduje el concepto de que había mucha vinculación en muchos temas de ufología con el antiguo egiipto. Leonor actuó en consecuencia en ese bar, que era un bar normal desde principios de los ochenta con unos azulejos muy guays, cerca de donde vivimos. A la dueña le gustó tanto la decoración egipciia que ahora es un bar egipcio.
La madre también está obsesionada con el leopardo.
Leonor: Mi madre tenía alzheimer y le dio por comprar siempre la misma camisa d el leopardo, todos los viernes. Una vez, abrimos el armario y vimos que todo era de leopardo. Esto lo llevamos al extremo.
“No todo tiene que ser narración” ¿Qué es entones?
A mí me molesta cuando se utiliza como sinónimo de hacer una película lo de “contar historias” o como dicen, los storyteller como sinónimo de filmaker, cuando precisamente lo que tiene el cine es la posibilidad de contar aa parte, pero puede sugerir, jugar con el misterio, con la incomprensión. Como decía Susan Sontag, que hace falta una erótica en el cine. Mejor dejarse seducir que entender todo. El cine es una cosa tan amplia que me da rabia que se reduzca a contar historias.
Quizás lo que se reduce es el público, si cuentas una historia de modo diferente.
Sí, la gente que se queja de no haberla entendido. Una película no tiene como objetivo ser entendida, te tiene que cautivar, llevar a niveles donde no necesariamente está la comprensión.Un espectador acostumbrado a planteamiento, nudo, desenlace, quizás lo recibe más violento. Pero una vez que consigues saltar esa barrera.
¿Por eso empleas siempre planos estáticos?
Intento ir a lo mínimo, minimizar el lenguaje del cine. Me da la sensación de que así cada plano tiene más valor. Intentamos llegar a la esencia de la propia secuencia. Muchas veces lo hemos conseguido reducir hasta la unidad mínima, el plano único fijo general.
Seguiráas explorando las posibilidades del lenguaje cinematográfico pero ¿lo harás fuera de Elche?
No lo sé. Sí que me interesa lugares donde no se haya rodado mucho. Ya va a depender de la película que quiera hacer y de sus necesidades.