Shigeru Ban vuelve a revolucionar la arquitectura con el Blue Ocean Dome, un proyecto visionario, sostenible y sin precedentes diseñado para la Expo Osaka 2025. En colaboración con ZERI Japón, este pabellón transforma la innovación en acción concreta frente a la crisis ambiental que enfrentan los océanos. Con materiales pioneros como el bambú laminado, el CFRP (plástico reforzado con fibra de carbono) y los tubos de papel reciclado, Shigeru Ban crea una estructura icónica, ligera y completamente reciclable que redefine lo que significa construir con propósito. Es un manifiesto arquitectónico audaz que combina estética, ingeniería avanzada y conciencia ecológica en un mismo gesto.
Shigeru Ban vuelve a revolucionar la arquitectura con el Blue Ocean Dome, un proyecto visionario, sostenible y sin precedentes diseñado para la Expo Osaka 2025. En colaboración con ZERI Japón, este pabellón transforma la innovación en acción concreta frente a la crisis ambiental que enfrentan los océanos. Con materiales pioneros como el bambú laminado, el CFRP (plástico reforzado con fibra de carbono) y los tubos de papel reciclado, crea una estructura icónica, ligera y completamente reciclable que redefine lo que significa construir con propósito. Es un manifiesto arquitectónico audaz que combina estética, ingeniería avanzada y conciencia ecológica en un mismo gesto.

Lo que más impacta del proyecto es su sinceridad. Cada material, cada forma, cada decisión está guiada por la intención de generar un cambio real. En lugar de imponer, propone. En lugar de aparentar, actúa. No hay elementos superfluos ni gestos vacíos. Solo una voluntad clara de responder a los desafíos ambientales con inteligencia, creatividad y responsabilidad.
El conjunto se compone de tres cúpulas, cada una con una función y un mensaje distinto, pero todas unidas por un enfoque común: demostrar que es posible construir de forma consciente sin renunciar a la belleza ni a la innovación.
La primera cúpula, fabricada con bambú laminado, representa una revalorización de este material tradicional. En muchos lugares, los bosques de bambú han sido descuidados, convirtiéndose en un problema ecológico. Shigeru Ban recupera su potencial estructural y lo eleva al rango de solución contemporánea. El resultado es una estructura resistente, ligera y cálida que no solo sirve como espacio funcional, sino como ejemplo vivo de cómo podemos utilizar recursos locales de manera respetuosa y eficiente.
La segunda estructura es una verdadera hazaña técnica. Es la primera vez que se utiliza CFRP a gran escala como elemento principal en una obra arquitectónica. Este material, habitual en la industria aeroespacial y automotriz, destaca por su resistencia, ligereza y capacidad de reciclaje. Gracias a su bajo peso, la cúpula puede sostenerse sin necesidad de cimentaciones profundas, una gran ventaja en suelos inestables como los de la Expo. Además, su diseño desmontable permite trasladarla fácilmente una vez terminado el evento. No es una obra efímera, sino adaptable. Arquitectura que puede moverse, cambiar de contexto y seguir cumpliendo su función.
La tercera cúpula retoma un material que Ban ha convertido en símbolo de su práctica: los tubos de papel reciclado. En esta ocasión, construyen una estructura etérea, con una geometría inspirada en modelos atómicos, que albergará eventos, exposiciones y encuentros. A pesar de su aparente fragilidad, el papel demuestra aquí una fuerza inesperada, respaldada por años de investigación y experiencia. Este espacio se convierte en un nodo simbólico, donde la innovación, la cultura y la conversación se entrelazan.

Más allá de la técnica, lo que conmueve de esta propuesta es su capacidad de conectar con un pensamiento más profundo. El Blue Ocean Dome no es un simple pabellón de feria. Es un llamado a repensar nuestra manera de habitar el mundo. Nos recuerda que la verdadera innovación no está en las formas llamativas, sino en las ideas que transforman, en los gestos que cuidan, en los materiales que respetan el ciclo de la naturaleza.
En sus declaraciones, Ban lamenta cómo las exposiciones universales han dejado de ser laboratorios arquitectónicos para convertirse en espectáculos visuales vacíos. Su propuesta busca recuperar esa tradición de experimentación y llevarla más allá. No se trata solo de explorar nuevas formas, sino de hacerlo con una conciencia clara del momento que atravesamos como humanidad.

Esa es la fuerza de este proyecto: no sueña con un futuro lejano e idealizado, sino que propone soluciones posibles ahora. Construcciones que pesan poco, que se adaptan, que se desmontan y vuelven a montar. Que hablan de un nuevo tipo de belleza, una que no contamina, que no se impone, que no necesita justificar su existencia con espectáculo.
El Blue Ocean Dome es, al final, un espacio que encarna una nueva forma de hacer arquitectura: más ligera, más sabia, más libre. Y en un contexto donde todo parece urgente y frágil, ofrecer algo así —con calma, con precisión, con generosidad— es un verdadero acto de esperanza.