La nueva vida del diseñador Erwan Bouroullec (1976, Quimper, Francia) necesitaba nuevas vistas y nuevos espacios. Se los ha dado una antigua granja, situada en la Borgoña, rehabilitada por LV Architectes en total sintonía y complicidad con el propio diseñador.

Acercándose a los 50, en un periodo de cambios, pero también de confianza gracias a una amplísima carrera llena de reconocimientos, Erwan Bouroullec mira hacia atrás con serenidad para reflexionar sobre los muchos aciertos de su trayectoria, el significado del éxito y también de los siempre instructivos fracasos que le han enseñado, por ejemplo, la alegría de colaborar o la importancia de la escucha. En esta entrevista se explaya sobre esos temas y muchos más, planteando siempre reflexiones muy interesantes sobre lo que ama: la práctica del diseño, la capacidad de modelar el marco donde discurre nuestra vida. Dicho así, el diseño se convierte en algo esencial, “un oficio que requiere concentración y cuidado”. Esa es la manera de afrontarlo de Erwan Bouroullec, que con el discurso actúa de la misma manera: midiendo las palabras, afinando los significados y huyendo como de la muerte de fórmulas gastadas.
Por: Pilar Gómez Rodríguez

¿Cómo valora su trayectoria en el mundo del diseño? ¿Se imaginaba en su comienzo que llegaría tan lejos?
Cuando era joven, mis héroes eran algunos intérpretes de música indie. La mayoría de las veces esos grupos se caracterizaban por un sonido potente y una creatividad que también se plasmaba en sus directos, en las portadas de los discos, etcétera. Se caracterizaban también por carreras relativamente cortas. Un poco como si hubieran sido demasiado jóvenes a la hora de componer sus primeros títulos y, de alguna manera, hubieran quedado prisioneros de un estilo demasiado directo, simple, que no sobreviviría mucho tiempo a sus expectativas como compositores. De ellos sigo alabando la capacidad de ser independientes, pero sigo sin entender por qué no desarrollaron una carrera más larga.
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