Desde dibujos hasta joyería pasando por la cerámica. Marina Anaya es la artista capaz de realizar trabajos de todas estas disciplinas
Marina Anaya, la artista nacida en Palencia que se licenció en 1996 tras estudiar Bellas Artes en la Universidad de Castilla la Mancha, en Cuenca. Este mismo año se trasladó hasta Brasil, donde compaginaba su labor docente con la investigadora gracias a la beca que consiguió de la AECI en Florianópolis. Siguió estudiando en La Habana mientras establecía su nueva residencia y taller en Madrid. Actualmente tiene su estudio en el barrio de Malasaña, que es donde se crean todas aquellas obras que posteriormente se exponen en galerías y ferias de arte.
A lo largo de toda su carrera, Marina ha aprendido numerosas técnicas, desde soldar hasta modelar barro. Esto le permite trabajar directamente con los materiales que emplea y participar en todo el proceso de los proyectos: desde el boceto hasta e resultado final. Marina Anaya considera que es importante poner en valor los procesos manuales. La artista siempre trata de que sus obras sean lo más respetuosas posibles con el entorno humano y el medio ambiente.
Toca muchos palos del arte: pintura, escultura, joyería…, ¿cómo compaginas todos esos ámbitos?
Organizándome. Soy muy constante y de procesos largos, por lo que mientras que estoy trabajando en una disciplina, suelo estar pensando y generando lo siguiente, que probablemente sea en otra. Aunque esté inmersa en un proyecto, por ejemplo, pintando una exposición de pintura, siempre quedan huecos para mantener el pulso de otros trabajos como el grabado, que es una disciplina a la que me dedico de una manera más continua.
De todas las técnicas que has aprendido a lo largo de tu carrera, ¿Cuál es la que más te gusta emplear en tus trabajos?
En realidad, cada proyecto te pide unas técnicas y las técnicas también te sugieren obras, así que es un circulo que se retroalimenta entre ideas y procesos. Todas las técnicas en las que trabajo me gustan mucho, pero quizá últimamente la cerámica me tiene muy enamorada. Y por supuesto el dibujo, Para mi, desde ahí nace todo.
¿Cuál es la colaboración que más te ha aportado como artista?
La colaboración de mi madre, en el taller. Ella me ha acompañado desde muy niña en mi faceta creativa, incentivando siempre mi pasión por el arte y por los procesos. Fue un apoyo incondicional para estudiar la carrera de Bellas Artes y para dedicarme profesionalmente a este mundo. Su padre, mi abuelo, era artista plástico y ella, aunque no lo desarrolló profesionalmente, también lo era. Trabajó conmigo en el taller y su colaboración, sin duda, ha hecho crecer mi obra desde sus raíces.
¿Qué parte es la que más disfrutas de tu trabajo?
El cuaderno de bocetos. Ahí todo lo que ocurre es fresco y libre
¿Porqué elegiste Malasaña como lugar en el que situar tu taller?
Buscaba taller por un centro amplio de Madrid. Encontré un bar que vendían en Malasaña, lo compré, lo reformé, y aquí tengo mi taller desde hace más de 20 años. No elegí especialmente el barrio. Me gustó lo que encontré y me quedé. Y ahora es mi casa. Como muchos barrios de Madrid, es amable
¿Alguna vez se ha desvalorizado tu trabajo por ser mujer?
Que yo sepa, no. Nunca.
¿Cuál cree que es el lugar que ocupa la mujer en el mundo del arte hoy en día?
El mismo que el del hombre. Yo no he sentido nunca la diferencia, ni el perjuicio, ni el beneficio, por ser mujer en mi trabajo.