Como dice el proverbio taoísta, los pies en el suelo ocupan muy poco espacio; gracias a todo el espacio que no ocupan podemos caminar. Después de meses de confinamiento nos hemos dado cuenta de lo importante que es, no solo caminar, si no hacerlo en compañía.
En un día cualquiera, como si fuese hoy mismo, una mujer (Isabel Ordaz) y un hombre (Santiago Molero) caminan para alejarse de su realidad, o precisamente para acercarse a ella, según se mire. Sus caminos se cruzan en Limburgo, la provincia donde se crio el autor de la obra, Ger Thijs, que sin dar más detalle, considera a El beso la obra más “impúdicamente autobiográfica” que ha escrito.
Rodeados por Bélgica y Alemania, los protagonistas charlan mientras atraviesan un paisaje ondulado. Se provocan y se dejan sorprender, sabiendo que probablemente, no volverán a verse. El autor, en su entrevista para Limburgs Dagblad, los describía como “dos almas errantes que encuentran consuelo el uno en el otro”. Logran sacarse de sus tribulaciones vitales en un movimiento sin precipitación.
Thijs explica que “al comienzo de la función el espectador no sabe más de los personajes que ellos saben el uno del otro; van conociéndose al mismo compás, y eso es bonito.” Hasta el 3 de enero los sentidos podrán conectar con el entorno en toda su amplitud, en la Sala Margarita Xirgu del Teatro Español.