Orgullo y Prejuicios

11 países mantienen la pena de muerte como castigo por la conducta homosexual. 69 miembros de las Naciones Unidas aún la criminalizan. 283 personas han sido asesinadas este año, la mayoría en Brasil, México y Estados Unidos. Pero no hace falta mirar tan lejos para encontrar trazas de la discriminación que sufren las personas de la comunidad LGBT.

En la Unión Europea, un 42% de las personas de la comunidad LGBT ha sufrido algún tipo de discriminación en 2019 según la Agencia de la UE por los Derechos Fundamentales. En España, el Informe del Ministerio del Interior recogía 278 delitos de odio por la orientación sexual o identidad de género, un 8,6% más que en 2018. Aunque no es un dato definitivo si se tiene en cuenta que entre el 60% y 80% de los ataques no se denuncian.

Hay aún un tipo de discriminación más hacia el colectivo que está a la orden del día y que se denomina normalmente como violencia de estado. La aprobación de la nueva ley en Hungría que prohíbe exponer a menores de 18 a cualquier contenido que “fomente” la homosexualidad o el cambio de sexo, equiparándola además con la pedofilia, se incluye dentro de esta categoría.

No deja de ser tan solo el último ataque que engrosa la larga lista que Viktor Orban, presidente del país, construye desde su llegada al poder junto con otros países europeos, como Polonia. Entre las últimas hazañas encontramos la prohibición de adoptar para personas del mismo sexo y la determinación de que el matrimonio se limite exclusivamente a la unión entre un hombre y una mujer, en Hungría, o la iniciativa polaca de crear “zonas libres de ideología LGBT”.

Como no podía ser de otra manera, ciertos países se han mostrado muy críticos con estas iniciativas. Entre ellos Alemania. El alcalde de Munich, Dieter Reiter, quiso trasladar la polémica al ámbito futbolístico y propuso iluminar el estadio de la ciudad durante el partido entre Alemania y Hungría con los colores de la bandera arcoíris. La UEFA, aunque reconoció que se trataba de una forma de discriminación y la calificó como “una mancha en nuestras sociedades”, prohibió la iniciativa. Una decisión que el resto de estadios de fútbol alemanes han desafiado tiñendo la ciudad con los colores representativos del colectivo LGBT.

Día del Orgullo LGBT
Ilustración de Andrea Sanchez para White Paper By

¿Cómo hemos llegado hasta aquí?

Las situaciones descritas hacen patente la necesidad actual de que continúe el movimiento LGBT, la lucha por los derechos del colectivo y se justifica, asimismo, la existencia de eventos como el Día del Orgullo que se celebra hoy. Aunque los últimos acontecimientos parezcan indicar que el mundo retrocede, lo cierto es que la situación ha evolucionado mucho desde los inicios del movimiento.  

En occidente, los Disturbios de Stonewall marcan su hito fundacional. Stonewall Inn era un local clandestino y uno de los pocos lugares a los que personas homosexuales y trans podían acudir en Nueva York. Aún así, la comunidad LGBT estaba perseguida y criminalizada incluso por la policía, que acudía a menudo al bar para realizar hordas de arrestos. Por ejemplo, si descubrían a hombres vestidos de mujer lo detenían y los llevaban a comisaría.

El 28 de junio de 1969 debería haberse seguido la tónica habitual: policía, identificación, detención. Pero no fue así. Los clientes se negaron a dejarse inspeccionar y se inició una represión policial que derivó en un enfrentamiento directo. Los disturbios y protestas que comenzaron en Stonewall aquel momento se prolongaron durante 3 días. Podría incluso decirse que se extienden hasta la actualidad, porque a raíz de este acontecimiento se crearon las primeras asociaciones que abogaron por los derechos del colectivo y que organizarían al año siguiente la primera marcha del Orgullo en Nueva York y Los Ángeles.

Orgullo
Ilustración Juan Buendía para White Paper By

La tradición se fue extendiendo al resto del mundo. En España la primera manifestación llegó unos años más tarde, el 26 de junio de 1977. Más de 5.000 personas acudieron ese día a las Ramblas de Barcelona para solicitar la derogación de la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social. Aún era ilegal manifestarse y fueron reprimidos por la policía mientras enarbolaban slogans como: “Nosotros no tenemos miedo, nosotros somos”.

Aunque en un primer momento las personas LGBT no fueron un problema prioritario para el franquismo, se les acabó considerando como una “amenaza para el orden público”. Por ello, fueron incluidos en la regulación que contempló penas de cárcel o manicomios, mientras estuvo vigente la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación social, retirada en 1978 con Adolfo Suárez ya en el poder.

¿Qué se ha conseguido hasta ahora?

La ley española de aquellos años no es las primeras que se consigue cambiar, así como no fue las primeras que atentó contra los derechos humanos de lesbianas, bisexuales, transexuales y gais. La primera conocida fue promulgada por el rey Tiglatpileser I de Asiria en el siglo XII a.C. y castigaba las prácticas homosexuales masculinas con la castración.

A partir de ese momento se vuelve habitual encontrar legislaciones que atentaban contra los derechos de las personas del colectivo y las relegaban a la clandestinidad. Será una constante hasta la década de 1970, entonces empezó el cambio. Influenciada por las protestas de Stonewall y del mayo del 68 francés, la legalidad tomó otra dirección en busca de una mayor protección de los derechos de las personas LGBT.

En el panorama internacional, la ONU y la UE incluyeron de manera explícita e inequívoca en la Declaración Universal de los Derechos Humanos a personas homosexuales, bisexuales, transexuales y transgénero. Con todo, la realidad actual es que de los 127 países en los que no hay leyes que atenten contra los derechos de este colectivo, muchos tienen una situación incierta. Es el caso de Egipto, dónde no prohíben la homosexualidad, las denominadas leyes morales del país permiten penas de hasta 17 años de prisión o Rusia, dónde se han denunciando campas de persecución, represión y torturas en Chechenia.

La situación es similar con el cambio de sexo. Aunque es legal en 83 países, solo cinco países en todo el mundo ofrecen protección constitucional contra la discriminación por identidad de género. También son varios los estados en los que las personas trans se encuentran criminalizadas por leyes que los califican como una “molestia pública” o las incluyen dentro de leyes contra el trabajo sexual.

Hasta 2001 no existía ningún país que reconociese el matrimonio entre personas del mismo sexo, Países Bajos fue el primero en abrir el camino y España fue el quinto. Sin embargo, solo 28 contemplan el matrimonio igualitario dentro de sus leyes y 35 países lo prohíben expresamente. Tampoco abundan las prohibiciones contra las terapias de reorientación sexual, España está dentro de la abundante mayoría de países que no penalizan legalmente esta práctica. Solo Albania, Suiza y Taiwán han incluido la prohibición en su legislación.

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Ilustración de Noah Díaz para White Paper By

El movimiento y su pertinencia

Puede resultar sorprendente la intolerancia que enfrentan las personas que pertenecen al colectivo LGBT si consideramos que han estado presentes en la sociedad desde sus mismos inicios, aunque se pudiesen identificar con nombres diferentes a los actuales. Encontramos la homosexualidad como algo habitual en Egipto y en Grecia, constancia de ello son los poemas románticos dedicados a mujeres escritos por Safo de Lesbos, poetisa que da nombre al lesbianismo. En Asia Oriental, encontramos que los primeros registros que se tienen de personas transexuales e intersexuales se remontan a la Edad Media.

Su persecución es casi tan antigua como su existencia e igualmente persistente. Sufrieron una discriminación especial durante la época de abundancia de los regímenes totalitarios, cuando les asignaron un lugar, por ejemplo, en los campos de concentración nazis. De la misma manera, se vieron condenados por el estigma de la “peste rosa” en la época del sida. Es más, hasta 1990 la Organización Mundial de la Salud consideraba a los miembros de la comunidad como personas enfermas.

Todo ello explica la creación del movimiento LGBT, que no deja de ser una lucha contra la discriminación. No solo de las personas homosexuales, también de las bisexuales, transexuales e intersexuales. Aunque siempre en busca del reconocimiento de sus derechos, es un movimiento que ha cambiado. Y lo hará aún más. Pero, al margen del desacuerdo y del debate que todavía debe plantearse a su alrededor, su defensa principal es, será y debe ser siempre a favor de la diversidad. Una que sea aceptada y libre en lugar de estigmatizada o discriminada. En otras palabras, una diversidad que en el siglo XXI aún no ha llegado.