«Cuentos telúricos» de Rodrigo Cortés

Si algo define a la obra literaria de Cortés, desde sus primeros antiaforismos hasta como la novela Los años extraordinarios y el diccionario satírico Verbolario, es una libertad creativa que tiene una dimensión de juego irreverente, y otra de trabajo riguroso, a conciencia, con el material, es decir, con palabras y música y sentido. Cuentos telúricos incluye todos estos elementos .

Y es esta libertad el hilo que también hilvana las diferentes piezas que componen Cuentos telúricos, una primera antología de cuentos donde cabe (casi) todo lo insólito desborda lo probable una y otra vez, pero estilo e ingenio ofrecen una firme red de contención.

Entre lo extraño, la magia y el absurdo, la imaginación atraviesa una colección de cuentos en la que lo real se reviste de fantasía, y ésta a su vez adquiere una verosimilitud que trastoca la representación del mundo. Un lago puede aparecer de golpe en un paisaje; las fantasías de un niño jugando en la playa son una eficaz manera de simplificar la idea del mundo, y al mismo tiempo dejan al descubierto aquello que se resiste a una explicación; la lógica matemática da pie al sinsentido; y en una función teatral, la línea que separa al actor del personaje es una ilusión que se resquebraja.

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FOTO Rodrigo Cortes Irene Medina 3

Y es precisamente allí, en los desajustes o resquicios entre realidad y representación, y entre lo posible y lo imposible o inexplicable, donde emergen las historias que Rodrigo Cortés trama rehuyendo de las moralejas y los giros didácticos.

Entre diálogos disparatados, criaturas levemente extravagantes y situaciones de una densidad onírica, los Cuentos telúricos hablan de la escritura, de la forma y el fondo, de la imaginación que viene, va o queda en blanco, de los fantasmas que no existen y aquellos que son pura memoria, y de las palabras que ocultan miedos, falsean verdades, si acaso estas existen, y construyen realidades que, al fin y al cabo, también son relatos.

De la fantasía y el humor surgen estas historias donde los autómatas tienen voluntad propia, las fábulas concluyen sin moraleja, aquí y allá deambulan los espectros, los animales utilizan el lenguaje con ingenio, y magia y realidad se vuelven indistinguibles.