El nuevo libro de la escritora madrileña, Cocido y Violonchelo, se publicará el 13 de enero
Los instrumentos de cuerda tienden a estar asociados a una determinada esencia elegante, entregada y libre. Los que los tocan mantienen esa frescura, esa vivacidad que nos hace detectarlos al instante, y parece ser que conforme mayor sea el instrumento, mayor es la dedicación que el que lo toca le dedica, por lo que un violonchelo, tan alto como un niño de ocho años, debería necesitar amplias cantidades de ello. Mercedes Cebrián decidió desempolvar su violonchelo a una edad considerada tabú para el ojo ajeno y viene a contarnos que esa aura tan imponente es en realidad comparable a algo tan cotidiano y casero como un cocido.
De la cocina al auditorio
La gran escena en el que todos estos divos de la música aparecen muestran pulcritud, virtuosismo y serenidad. Pero, ¿dónde comienzan cuando se tratan de aspirantes? Academias de música, orquestas de aficionados, hasta talleres de luthiers con su curioso olor a garbanzos en la olla. Mercedes pasa por todos estos lugares acarreando un instrumento insólito en España, así volviendo a los brazos de una antigua afición vital para continuar por la vida y experimentar una parte de sí quizá enterrada por demasiado tiempo.
En esta forja de la buena melodía, se encuentra con talentosos músicos, aficionados intentando buscar un sonido ideal, muy distinta a una Rusia ideal llena de instrumentistas y gimnastas virtuosas, niños prodigio llevados a las redes por sus madres, todo escrutado bajo una mirada irónica y sus comentarios mordaces que la llevan a compararlo con esos mesones que nunca cambian de plato.
Un viaje personal por la fábrica que no se suele ver de la música, pero gratificante en toda medida, Cocido y Violonchelo nos habla de las fundaciones de grandes entidades y sus modestos comienzos y de ignorar la visión de un mundo que debería moverse por pasiones. Es por ello que Penguin Random House nos proporciona un libro en el que dos mundos a los que no habríamos conectado cobra sentido, esta vez desde el punto de vista más irónico.