
Por Ana Pérez
“Es más fácil ser positivos cuando tienes cierta estabilidad”
La chef Lucia Freitas empieza a ver poco a poco reconocido su gran trabajo y esfuerzo. Al frente de sus restaurantes A Tafona -cuenta con una Estrella Michelin- y el restaurante Lume se suman diferentes premios Soles Repsol, y el más reciente el premio al restaurante más sostenible. Es una historia de amor, lucha, y una manera de trabajar y ver la vida.
Empezaste muy joven en la cocina. Con lo difícil que es a veces tener las cosas claras a esa edad, ¿cómo empezó este camino y está unión perfecta entre la cocina y tú?
Con 19 años empecé a estudiar y con 27 ya abrí mi primer restaurante. Tuve una bisabuela cocinera pero yo no llegué a conocerla, de niña era super introvertida, siempre estaba en casa, entonces lo que hacía era cocinar, veía a Arguiñano y los programas de cocina se convirtieron en mi hobby. Era la manera de pasar el tiempo. Me gustaba mucho leer y cocinar, eran mis dos pasiones. Tampoco fui muy buena estudiante, iba “a trancas y barrancas” sacando los cursos y en ese momento porque no tenía claro que hacer, no me había planteado ser cocinera… En septiembre de camino a los exámenes de repesca una amiga de mi madre me preguntó: ¿Cómo no estudias cocina con lo que te gusta? Esa pregunta cambió mi vida.
Una vez tomada la decisión, ¿cómo fueron los siguientes pasos?
Tenía claro que me quería ir al País Vasco, evidentemente en cuanto a cocina, a todos los cocineros de esa zona yo los tenía como semi dioses. Es lo mejor que pude hacer, empezar en otro contexto que no era Santiago (Galicia), La cocina me transformó, empecé a ser más extrovertida, descubrí un mundo que se me daba bien y me sentía cómoda y feliz.
De ahí pasé a Barcelona, pues quise formarme en pastelería. Empecé mi primera toma de contacto con la cocina más contemporánea y la alta cocina por denominarlo de alguna manera, bueno, para diferenciar que venía de una cocina más tradicional. Quise seguir formándome en Cataluña y me cogieron en Celler de Can Roca para unas prácticas.
Estás formándote en diversas áreas con grandes de la cocina diferentes cocinas del territorio, ¿cómo se vive el salto de volver a tú tierra y emprender tú propio restaurante?
Mi idea era trabajar en algún restaurante, también estaba barajando la posibilidad de marcharme a Francia. En ese momento me ofrecieron la posibilidad de coger un restaurante que había pertenecido a un hotel, lo vi como una oportunidad y ahí empezó todo. Para mí fue muy bonito, pero si que es verdad que adquirí una gran responsabilidad muy joven, fue un gran aprendizaje, ahora lo que sí echo de menos es viajar (risas).
Fueron años de probar, de salir adelante, carta, menú del día, diferentes opciones y propuestas para encontrar el camino y sobre todo con mucha ilusión de poder ofrecer mi cocina, a cuanta más gente mejor. Años difíciles, de mucho llorar (risas)). Tanto que lloré y tantos golpes que me llevé pues ahora ya me lo tomo diferente, es que es complicado con la cuenta “a ras” y sin saber si podrás continuar abiertos un día más. “Es más fácil ser positivos cuando tienes cierta estabilidad”

Durante esta época, tienes el sueño de tu cocina, el restaurante con todo el sacrificio que es, y para Lucía se viene a sumar otro gran reto: el de convertirte en madre.
Pues, es verdad fue otro punto de inflexión para mí, fuí madre soltera y en ese momento por circunstancias ajenas a mí, se marcha mi socio, justamente cuando me había presentado como cocinera del año: me quedé sin un duro, con el bebé, con dos ayudantes y poco más y encima las hormonas a flor de piel (risas).
Reconozco que el trabajo me ayudó mucho pues yo, cocinando, me olvido de todo lo demás y en ese momento estoy por eso que estoy contando y soy feliz.
La vida siempre te sorprende, entonces en esa misma época, unos americanos, hijos de gallegos, que querían abrir un restaurante gallego en Nueva York me cogieron como chef asesora, otro reto y agradecida. Echando la vista atrás son momentos que me llevaron a donde estoy hoy.
PULSA AQUÍ para acceder al artículo completo