Alaïa por Saillard

Más sabe el diablo por viejo que por diablo. La frase no resulta del todo apropiada para alguien tan metódico
y erudito como Olivier Saillard, pero no cabe duda de que un cuarto de siglo como conservador y divulgador
de moda es razón más que de peso para refrendar su discurso. Durante décadas único en su especie, el
hombre a quien Azzedine Alaïa encomendó en un escrito revelado póstumamente la preservación de su legado (y que inventó la profesión del comisariado de moda) ha asumido los tiempos que corren con el escepticismo de quien lo ha visto todo. Con motivo de la inauguración de la exposición «Alaïa avant Alaïa», dedicada a la etapa más temprana y silenciosa del diseñador, nos sumergimos en dos identidades tan brillantes como complementarias. Dios los cría y ellos se juntan.

Alïa

¿De dónde surgió la idea de dedicar esta exposición a la etapa de Azzedine Alaïa que precedió a la creación de su propia firma de moda?

La idea fue de Carla Sozzani, durante décadas la más fiel amiga y colaboradora de Alaïa y presidenta de la
Fundación a día de hoy. Tenía muy arraigado el deseo de revelar al gran público los veinte años que median entre la llegada de Alaïa a París y su revelación como diseñador de moda. Es una etapa que nadie conoce aún y que constituyó su aprendizaje mediante el contacto con sus clientas y su trabajo en Dior y Guy Laroche. La exposición es un viaje que da a conocer la historia íntima, o más bien secreta, de un joven que jamás pisó una escuela de moda porque su escuela fueron las propias mujeres.

¿Ha encontrado algo que le haya sorprendido? 

Todo es sorprendente, está cargado de historias que ni yo mismo conocía. Algo que a muchos les gustará saber es que realizó prendas para los espectáculos de Crazy Horse, el famoso cabaret parisino, y cómo fue puliendo su técnica a través de lo que ha venido a denominarse “academia del cuerpo’’. También hemos recopilado un gran número de testimonios de las amigas que lo rodearon en esa época y que se convirtió en un auténtico círculo social, con gente más o menos conocida en la ciudad, todas con esa elegancia rabiosamente parisina, algo que a sus ojos resultaba sin duda muy exótico y que cimentó su estilo creativo. Todos ellos atestiguan su singularidad y esa timidez casi enfermiza que no impidió que se convirtiera en uno de los más grandes diseñadores de moda de París. Es llamativo el hecho de que un modista extranjero que llega a París en 1956 se convierta en el más parisino de todos.

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©Ilvio Gallo

En el caso de Alaïa, la expresión «academia del cuerpo» se acuñó para referirse a su aprendizaje de la práctica del oficio a partir del contacto directo con los cuerpos de sus clientas. ¿Hasta qué punto fue relevante en su obra?

Alaïa estudió la rama de escultura en la Escuela de Bellas Artes de Túnez, y no en su variante abstracta, sino en la de la tradición clásica de Grecia y Roma. Esta elección denotaba un interés por la anatomía humana que supo canalizar con gran acierto en su faceta como diseñador. Las clientas para las que trabajó durante esa primera etapa, creando sus guardarropas a medida a partir de los encargos e indicaciones que ellas le daban, eran mujeres anónimas, algunas más elegantes que otras y con cuerpos de toda clase y condición. Fue esa diversidad anatómica lo que le enseñó la matemática del cuerpo durante esa etapa
como sastre de barrio. Él mismo solía decir que la Alta
Costura tenía mucho que ver con la ortopedia, en el sentido de que para equilibrar un determinado tipo de cuerpo este debía ser la referencia para las decisiones de patronaje y corte: a tal cuerpo le iban mejor las faldas por la rodilla, a este otro por los tobillos, a un tercero tal tipo de cuello… Había que adaptar a cada cuerpo las proporciones de la prenda de forma que resaltaran los puntos fuertes de cada mujer. Eran las imperfecciones, y no el canon, lo que daban un sentido unitario a su trabajo.

¿Qué rasgos característicos de Alaïa podemos vislumbrar en esta primera etapa? ¿En qué se diferencia el joven Alaïa del que desarrolló su trabajo en su propia firma a partir de los años 80?

Se conservan pocos de los diseños que Alaïa realizó en los años 60, pero los que tenemos no tienen nada que ver con el estilo de su propia firma. Son prendas que reflejan las tendencias de esa década: sobrio y con un patrón alejado de la silueta. A veces salía a relucir su admiración por Balenciaga, a veces referencias a la costura de Christian Dior. Todo era muy parsimonioso. Lo que sí apreciamos ya es uno de sus rasgos más emblemáticos: el corte impecable de las prendas. Poco a poco irá contactando con clientas como Greta Garbo o Arletty, una actriz francesa del periodo de entreguerras con la que tuvo una relación muy estrecha, y se va acercando más al cuerpo y definiendo el estilo que lo caracterizaría: vestidos que marcan la figura, especialmente la cintura, y tejidos que dan libertad de movimientos y al mismo tiempo acompañan al cuerpo, como la malla. En los 70 trabajó también con muchos peleteros, de los que aprendió a tratar el cuero, un elemento clave de su obra. Por otro lado, sus trabajos en la casa Dior contribuyeron a integrar la sensualidad en su trabajo. Así, gradualmente, pasa de ser un sastre al servicio de sus clientas a emanciparse y dar un carácter propio a sus prendas.

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